El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal.

Ernesto che Guevara


Desde hace mucho que este adoctrinamiento me abofeteaba fuerte la cara por lo evidente, pero nunca pensé que esto pudiese estar desvergonzadamente develado en la figura de un icono profusamente publicitado como un ejemplo imitable de la vida admirable.

La cultura del odio se aloja en lo más puro y profundo de nuestra juventud como una posesión que se alimenta del valorable deseo de justicia social. La justicia social se alcanza compartiendo lo poco que tienes, dejando de lado todos nuestros prejuicios para amar al más necesitado sin restricción.

El odio se acumula en nuestra alma y la única manera de eliminar esta presión que nos aflige es con inusitada violencia. Debemos dejar de ser la máquina de matar humana al servicio de la ideología y comenzar a ser verdaderos agentes de cambio de la justicia social en el amor.

(Cuestionar la valorada imagen del che Guevara es razón suficiente para que los adoctrinados se sientan con la claridad de asignarte una trinchera en la lucha que sostienen. Con humildad y de corazón estoy mucho más allá de esto.)