En alguna parte del bosque.
La última vez que la vi estuvimos en insana distancia. Me encuentro enfermo desde hace ocho días. Hace quince, le pregunté si le iba a dar gripe.
—No creo, tal vez sea el humo de la leña, me dijo.
Ahora, ella está en cuarentena y yo con dolor de garganta y sin deseos de no hacer nada. “como vivo en soledad no contagio a nadie”
Me hace saber que no puede salir de su casa y que su mamá es la que se encarga de todo. Que vea a su abuelita pero que no me la coma. Cómo le digo que llegaron los de salubridad y se la llevaron al hospital.
Me da vueltas la cabeza no saber porqué la mamá de Caperucita no se enfermó. Cerca de su casa está la tienda, donde va dos o tres veces al día a comprar víveres a la tendera, y de ella refieren, que fue el primer caso de la enfermedad que tiene en un “Jesús” a la comunidad. La buena señora es muy trabajadora; tiene un horno que funciona con leña y hace pan cada tercer día para vender.
El bosque está en silencio y eso no es habitual, aparte de la algarabía de los cotorros hace falta el toc-.toc del hacha del leñador. Sé que cada mes tiene que salir para promover su negocio de venta de leña, o bien para entregar pedidos. Negocio que ha extendido a otras comunidades. Hace más de un mes se fue, sin que lo vea, sé que es él quien camina. Esa manía que tiene de ir pegando con un palo a los árboles, lo delata. Desde esa fecha no he vuelto a saber de él. A quien he visto es a su esposa que sale con un machete a leñar las ramas secas. ¿estará enfermo?
No puedo dejar de pensar que hay gato encerrado, ¿Quién le pegó la enfermedad del coronavirus a Caperucita? La mamá no puede ser, puesto que no se enfermó. ¿Acaso, el leñador fue a visitarla? Sé que la tendera es su clienta y con seguridad pasó a la tienda y de ese lugar, a la casa de la mamá de Caperucita, solo media una cuadra. ¿estaría en insana distancia con el leñador? Eso no me lo contaría, bien sabe que entre el leñador y yo tenemos pleito de tiempo atrás.
Intenté una supuesta relación de los hechos: hace mes y medio se fue el leñador en viaje de negocios. Allá lo contagiaron de la enfermedad, entre el que va y viene transcurrieron ocho días y de regreso pasó a la miscelánea y platicó con la dueña (quizá, él ya empezaba con estornudos), después visitó a Caperucita, tal vez solo la saludo, pero me muerden los celos. ¿Y la abuela quién la enfermó?, ¿sería él?
No pude contenerme y fui a casa del leñador. Pregunté a su esposa y me dijo que él no estaba, que se había ido por el atajo.
—Supe que estuvo enfermo.
—¡Ah!, una gripe que con los remedios que le dio la abuelita se curó rápido. Ya solo de vez en cuando tose.
— ¿Y usted no se enfermó?
— No. Me he sentido muy bien.
Días después leí que algunos no enferman y son los portadores sanos.
Ya vino la niña de rojo, pasó de rápido, Fue a la casa de la abuela que ya la dieron de alta. No pude callarme y suavecito le comenté como no dando importancia.
—Supe que fue el leñador a verte.
—Así es, ¿y eso te pone de malas?
—Para nada… y ¿a qué vino?
—Me trajo una bufanda que tejió mi abuela. Había hecho unas galletas y se las mandé con él. y que aprovechara a preguntarle de un remedio contra la gripe, pues no deja de estornudar.
La acompañé por el atajo y cerca de la casa de la abuela me dio un beso y me dijo…Te quiero. Estaré con mi abue unos días. |