Hace días que no me miro en el espejo, es más, lo he cubierto con un lienzo negro. No sé cuando lo vaya a destapar. Por ahora no me interesa mi apariencia, pues siento que en mi alma hay mucha armonía y mucha paz. No necesito ver mi cara en el espejo, pues hace días me muestra el mismo rostro viejo, ya que mi juventud es un asunto del pasado.

Este espejo ha ido de mano en mano, cuántos rostros no se habrán visto en él. El espejo debería estar más viejo que yo. Mi padre lo tuvo más de cincuenta años y esos mismos años lo tuvo mi abuelo y antes de mi abuelo alguien más debió ser su dueño. Los espejos cambian de dueño, cuando son muy finos van a parar a los museos. Para mi es muy difícil saber quien fue el primer dueño y de dónde lo trajeron. A veces he sentido ganas de quebrarlo, de regalarlo y de sacarlo al andén de mi casa con la esperanza que algún anticuario venga a llevárselo, pero me da miedo que luego quiera vengarse, por ahí he escuchado que la venganza de los espejos es terrible.

No puedo negar que el espejo tiene algo de divino y también algo de monstruoso. Borges no quería los espejos. El espejo nunca envejece, siempre permanece igual al paso del tiempo, siempre se ve hermoso. En cambio yo, cada día me vuelvo más imperfecto, por eso he decidido no mirarme, al menos por un tiempo, no sé cuánto, pero quiero mantenerme lejos de los espejos. Para qué ver como mis ojos cada día se nublan más, como mi cabello día a día se va tornando blanco y de mis dientes ni hablar, ya se me han caído algunos, por eso ya no me río delante de la gente. Mi piel ha empezado también a arrugarse.

Ya no soy aquel que fui, aquel quien las mujeres solían mirar con deseo, ahora no inspiro sino lastima. Pero no puedo desconocer que atraje muchas mujeres y con ellas disfrute los placeres de la piel y porque no decirlo los placeres del alma. Que ahora nadie me mire está bien, raro habría sido que hace muchos años nadie me hubiese mirado y que a nadie atrajera. En asuntos de amores y de mujeres no puedo quejarme. A pesar del tiempo y de mis arrugas yo me siento hermoso por dentro y más hermoso que aun así atraiga a Lucía, una mujer ni joven ni vieja, una mujer linda de piel y de alma. Tal vez ella sea mi alma gemela y como tal se identifica conmigo. A pesar de la distancia nos atraemos, es como si la tuviera en mis brazos cuando hablamos desde el chat.

Anoche tuve una terrible pesadilla en que la casa se incendiaba y habiendo joyas y muchos dólares en la caja fuerte, lo primero que intenté salvar fue el misterioso espejo que empezaba a incendiarse, vi como las llamas amenazaban con devorarlo por completo. De inmediato agarré el extintor y apunté la manguera hacia el espejo, apreté la palanca y moví la manguera hacia arriba y hacía abajo hasta apagar el fuego.

Apenas me desperté corrí hacía el espejo. Ya eran nueve meses que no me veía en él. No sé por qué razón sentí la tentación de mirarme. Antes de quitar el lienzo me tomé tres tragos consecutivos de aguardiente para que el susto no fuera tan grande. Me dirigí con paso lento y sin vacilar lo destapé. Al principio sentí un frío intenso recorrer todo mi cuerpo, pero al rato sentí una paz que jamás había sentido. En el espejo me habían pinado demasiado viejo, más viejo de lo que realmente estaba en aquel momento. Yo me sentía como si tuviera veinte años, de mi cuerpo habían desaparecido todas las huellas que va dejando el tiempo. Por un instante me quedé extasiado mirando el otro de mi mismo que habían pintado. No sé cuánto duró ese instante porque al momento me succionaron y sin poderlo evitar atravesé un portal del cual aun no he podido regresar, ni quiero regresar, acá me encontré con Lucia.