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Estaba solo en la habitación, sentado en una esquina mirando el techo como si no estuviera allí, el cielo lleno de estrellas y él lleno de preocupación, pues de la nada simplemente un día, se despertó sin ninguna inspiración, sentía el alma vacía, el corazón aletargado, todo aquello que antes le ilusionaba escribir, inventar, pensar, dibujar, pintar o sentir, se volvió indiferente.
Pensaba en que tenía muchos compromisos aun, cientos de cuentos por entregar, pinturas y estampados, clases a alumnos despreocupados y almuerzos de amigos poco visitados pero nada que le diera una razón para escribir, después de intentarlo muchas veces, con el piso lleno de hojas llenas de letras sin sentido y hojas en blanco,
Sumido en su gran pena, escuchó una voz, que suavemente le dijo –No te preocupes aquí estoy-, volteaba alrededor, buscando la fuente, pero sin poder ver nada, creyó que se estaba volviendo loco, no le importó mucho porque suele hablar solo cuando el silencio es venenoso, pero como aun cargaba una gran depresión encima, volvió a agachar la cabeza, sintió entonces un escalofrió en la espina cuando una mano le tocó la nuca. Se puso en pie en un segundo, esperando se revelara ante él la causa de tal espanto. Pero de nuevo ¡Nada!.
Sintió que su pena se hizo más grande, las despedidas suelen durar un poco más pensó, se sentía deshidratado al pensar que las lágrimas hace mucho no lubricaban o daban un brillito a su mirada y entonces se dejó caer en la cama, en un momento el cuerpo le pesaba tanto que no podía si quiera voltear, mirando fijamente hacia el techo un ligero humo negro, empezaba a formar una figura encima de él, justo frente a sus ojos, se creó una silueta femenina de entre la cual apenas alcanzaba a apreciarse un rostro, él no perdería oportunidad alguna sea espíritu o demonio, cosa, animal o bestia abrazando su cuerpo con firmeza, él dijo, no serás una cobarde, la aparición le dijo –Soy la muerte y estoy contigo- a él no le importó, el cuentista toco su ya gastado cuerpo, pensó si debajo de la túnica tendría interiores, no pensó que le llegaría la hora porque es conocido que el que quiere morir no muere y el que quiere vivir pues ya saben así es la ironía, la muerte al ver lo pervertido que era aquel hombre extraño no quiso volverlo polvo, pensó que lo disfrutaría, y transformo su placer en llanto, ella también desaparecía
Ella también desaparecía

Texto agregado el 23-03-2020, y leído por 51 visitantes. (0 votos)


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