la noche se ha vestido de carne
para atraparme
y agobiarme,
atormentarme
sin fin en el recuerdo
que mordisquea mis orejas
al fin de cada día
en que muero.
he de contarte que la fiebre no se me quita,
que en mi casa ya no se escucha tu risa,
que estoy pudriéndome por dentro
y no se que hacer...
la luna se ha ido de aquí y en la noche no la veo;
la noche no amanece
y mi alma en el recuerdo perece,
se desvanece;
adormece;
aletarga,
carcome y se cuece
al calor de un odio infinito
y autorrepulsión que remece
hasta el último tablón helado
de una cama que me envuelve en su témpano.
acaricio mis páginas
como si fueran tus estrellas negras,
para llorar sobre ellas,
para desahogarme en algo que no cause mella
al fin,
pues estoy cansado de beber cerveza,
de fumar cigarrillos,
de masturbarme y jalarme el pico,
a ver si con eso te olvido
pero no,
verme llorar con tu recuerdo
con la mano en el miembro
solo resulta en asqueo
y risa para fantasmas
que pienso que observan
como perdí;
como te perdí.