Eros es el dios del amor griego, sin embargo solo del amor erótico, del amor de pareja, y es en este entonces que me abracé al Eros. un ser romántico y al mismo tiempo lleno de fogosidad que como un picaflor iba por el mundo buscando flores en las cuales poder reposarme el tiempo que me diera el tiempo para estar ahí, no importaba cuanto, no importaba el rechazo, no importaba nada más que el goce, el disfrute carnal sin compasión pues el dolor no existe en una vida entregada al amor absoluto, pues nunca he visto un picaflor morir devorado por una flor, pero si por suicidio...
I
Confesión de un borracho
En medio de la oscuridad yacías inconfundible. Ni la más profunda tenebrosa falta de luz lograría que no te viera a través de todos mis sentidos, y entre los aullidos musicales y el vapor del té me regocijaba de que entre todos ellos el único discapacitado fuera mi vista, no hacía falta, nunca hizo falta, no en ese momento. El tacto, el oído, el olfato y el gusto me bastaban para sonreír sin ser visto por ti que te escondías entre mis cariños, yo también me quería esconder, que el mundo no me encontrara, hubiera sido demasiado inoportuno existir para alguien más que para ti en ese momento, hubiera sido demasiado inoportuno existir en más de un solo lugar porque a veces solo basta con existir en el éxtasis de ese solo segundo, por lo menos eras la única con la que valía la pena dejar de existir y ser solo flujo y repetición en un espiral de risas, de tacto y dolor de vientre. Y tu tan morena que la noche parecía ser una caricia en tu piel, tu pelo era aún más oscuro que el manto mismo. Siempre me gustaron las estrellas; siempre me gustó el olor a piel dulce; siempre me gustaron los ojos negros; siempre me gustó el pelo largo y liso sobre mi cara; siempre me gustó la idea de dormir junto a la noche, pero la noche dura, y poco si se la disfruta, dicen los borrachos con experiencia, como yo. Mi mayor logro junto a ti fue haber visto tantas veces abrir y cerrar semejantes ojos, que hoy más que nunca me duelen en lo profundo.
II
Vino Blanco
Mírame a los ojos y te veré desde arriba, déjame entrar a tu hogar que dios ya me convirtió en una estatua de sal. Mi única salida es disolverme en agua caliente, disolverme en tus lagunas y mareas, como piedras resbalosas… joder, que me caigo más abajo y más adentro y de mi brota mi espíritu en un grito consumido por tu boca abierta, mas la logro callar cerrándola con un caracol rojo, cuyo cuerpo brota de su caparazón cerrado entre dientes y degeneraciones tuyas, no mías, que decidiste compartir conmigo, y yo acepté: maldito degenerado seré yo también.
Decidí beber de la copa, y se me cae el vino blanco de la boca, quedaré borracho y cantaré toda la noche junto a ti, extasiados, sobre el calor del sol y una noche sin amor. Me tomé toda la copa y te ofrezco de la mía, me dejarás con sed pero no importa, se llena denuevo en cinco minutos después de una conversación distraída, ¿o no quieres conversar y quieres que te robe la voz?, me la llevaré si quiero o la callaré nuevamente, interrumpiendo tus garabatos con una copa nuevamente llena. A veces no me gusta llenar tu copa directamente de la mía, sino compartir un sorbo de mi copa directamente a tu garganta, y cuando acabe la fiesta te diré “¿estás bien?”, si no estás demasiado borracha para contestar vino blanco sobra de ambos lados, solo cuando te duermas entonces diré buenas noches, saldré de tu hogar y volveré cuando me quieras: convertido en una estatua de sal buscando ser disuelta, nuevamente.
III
Pesadilla
Anoche tuve una pesadilla más real de lo que pensé:
Ahí estaba yo al medio del circo. En medio había un ojo que miraba a todos lados pero estaba vendado, a su izquierda una boca que todo lo decía pero no tenía ni dientes ni lengua y a su derecha un oído que todo escuchaba pero su tímpano reventado sangraba. Frente a ellos, y en círculo, entre chillidos y mugidos, las personas caminaban emulando estos sentidos. Omnisapientes que no sabían nada. Sabios, válgase la redundancia. El sabio todo lo sabe, y por saberlo todo no sabe nada más, condenándose así a no saber nada.
¿Qué es lo que yo veo? - ¡yo lo veo! - ¿Qué es lo que yo digo? - ¡yo lo digo! - ¿Qué es lo que yo escucho? - ¡yo lo escucho! -. Yo no sabía nada sobre mí, todos sabían todo sobre mi, y sobre todos colgaba un panóptico ciego que no veía nada y era adorado como un dios. Todos lo saben todo, uno solo no sabe nada ni nada sabrá nunca.
Estaba aterrado pues no sabía nada de mí y tenía miedo de perderme entre la gente que de a poco empezó a nadar en un torbellino de agua, con los tres dioses al centro. Me estaba ahogando e implorando ayuda solo conseguí que me odiaran: - ¡yo sufro más que tú! – me decían - ¡yo he sufrido más en el pasado! – me gritaban - ¡tú no sabes lo que es sufrir! – cantaban al unísono, y por más que gritaba que iba a morir solo recibía reclamos a cambio: “nunca sufrirás tanto como yo”.
Cada cual nadaba por su lado, ahí me di cuenta que era una competencia, el que nadaba más fuerte era el más sabio, y el que nadaba más fuerte se salvaría decían, pero entre más sabios eran y más nadaban más se acercaban al centro del torbellino, ahí quedaban ciegos completamente en su centro y se ahogaban solos sin ver a nadie más, nunca.
Finalmente acepté mi muerte y me dirigí hacia el centro. Ahí, antes de morir, vi por última vez a la gente y como un lobo caminaba en la tierra al borde del torbellino - ¡debe ser libre!, ¡pobre lobo no es libre! – el lobo solo miró una vez y siguió caminando, como si nada de aquello tuviera importancia para él, preso de su incomprensión, preso de su instinto, quizás solo así, en ese estado salvaje, es que nada de esto importa, pues saber no importa.
Al despertar preso del pánico comprendí que estaba solo. La nada no es incomprensible. El todo no te quiere comprender. A la gente no le importas.
IV
De las Transformaciones
El sol golpea más fuerte cuando la sed aterra, como el viento seco al quebradizo papel, el espíritu, y en las dunas de su propio desierto, de éste espíritu, entre caravanas de camellos de piernas torcidas por la pesada carga, a veces se puede escuchar el rugir de un león y su galopar despiadado alejándose de las olas camelleras, alejándose de sus sombras siniestras hacia un horizonte continuo que parece, ante su amenazadora vista, no tener fin aparente.
Los vientos tormentosos destrozarán su pelaje; la arena, como vidrio, hará yagas en su rostro. Otros leones han caído antes devorados por el avanzar aletargado del camello, pero al final, más allá de aquél horizonte imaginable, un dragón espera su batalla, al león que lo busca como quién busca su redención más allá de cualquier encarnizada pelea con un enemigo fatal.
¿Quién ha logrado alguna vez, siquiera soñado, con derrotar el destino, aquello que lo aprisiona en el retorno a lo inevitable, al falso libre albedrío, al propio subconsciente que enjaula sus enfermedades, sus sombras y teologías, aquellas del espíritu?.
Un león puede soñar, sin embargo su destino destroza su cuerpo que desaparece, como olvidado por la Historia, en las entrañas del monstruo.
Uno puede soñar, un hombre puede soñar y el idealismo lo puede impulsar a él y a su orgullo a rugir a dragones, el destino, sin embargo, impone muchas veces su fatalidad, su tragedia.
La carne de león paraliza la carne de quién la consume como veneno a su víctima, el dragón así cae mas no sin bramar, no sin sufrir pues ha fallado: medio muerto y moribundo el dragón ha dado a luz, entre quejidos de parto y dolor de quién se abre en sus mitades, a un niño jugando en la arena.
V
Fuelle
La naturaleza de tu vientre y rosados montes son el fuego que inhala el fuelle de músculos que me nutre por dentro; me ahogo en sus humos, muero en su oscuridad y a pesar de todo muero tan infinitamente abrigado, falto de ansiedad desvanecida en una tormenta de piernas y risas como truenos que golpean el yunque en mis oídos. La carne tiembla, la vista se desespera buscando escapatoria hacia la perdición, preso del pánico que significa ser atrapado por una bestia que no me buscó sino que yo quise capturar de principio y que ahora, estupidez mía, victoria mía, he de ser devorado por mi pasión. Entre árboles alargados de ramas cortas y pequeños vellos como terciopelo dorado yo me encojo, quedo reducido a un cigoto, quedo reducido a la vida misma, al conflicto del que surjo yo mismo en principio: el amor. Quedo reducido a la vulnerabilidad absoluta que significa pertenecer ahí, al infinito que me rodea y que me atrapa. Soy consumido por el agua de tus valles y misteriosamente, a pesar de semejante carnicería que significa mi aniquilación absoluta, solo queda el fuego entre las olas.
VI
Trueque
Oye, Ven, hagamos un intercambio:
Yo te diré que no te conozco,
Yo te diré que eres hermosa,
Te preguntaré “¿Dónde te he visto?”
Y me mentirás con cualquier cosa.
Te diré, sin embargo,
“Me pareces interesante”,
Vaya mentira, no te conozco,
No te he visto nunca antes.
Lo único que no es mentira
Es que hermosa me pareces,
Cada vez que te observo
Tu mirada me arremete.
Me calienta verte así,
Confundida en lo desconocido.
Me calienta verte así,
Entre límites desvanecidos.
Sin mentiras posibles
Te arrojas al vacío:
Me acompañas a mi casa
Y hacemos que tiemble el piso.
Y en la mañana me mentirás:
“No sé quién eres”,
“Esto está mal”
“Es que mi ex”
“Es que mi hogar”
Yo te diré que está bien,
La verdad no me molesta.
Tú te vas, me quedo solo,
Nunca quise que te fueras.
Oye, ven, hagamos un intercambio:
Yo te mentiré mostrando que no me importa,
Tu huirás de aquí después de una noche de sexo… corta,
Después me quedaré solo acostado hasta la noche
Porque el sexo es mercancía, capital y mi vida un derroche.
VII
Insectos
¡Abro mi hocico frente a tus ojos!,
Aquellos que me acusan con ternura sublimada,
¿Quieres ver como estoy por dentro?,
Pues ven y observa el circo de horror en mi pecho.
Déjame convulsionar el horror,
Déjame convulsionar la infinita pasión de las horas,
Déjame mostrar aquello que guardo,
Deja mostrarte lo fuerte que soy.
Deja mostrar el amor que llevo hoy,
Deja mostrarte las dos verdades pues yo no miento,
La doble verdad que te muestro aquí yo siento:
El rostro que esconde, la tristeza que me carcome.
¡Abro mi hocico frente a tus ojos y de
Él brota sangre y cucarachas revoloteadas!,
Mi espíritu aclama amor, aclama tu visión,
Mi espíritu aclama aquello que le brinda su propia pasión.
¿Quieres saber que brota de mí?
Pierdo todo aquello por lo que en batalla morí.
Nada de eso quiero, nada de eso importa
Más que la resurrección de ti en mi memoria.
¡Abro mi hocico frente a tus ojos y aun
Así toda mi sangre no mancha tu rostro!,
Pues no quiero mancharte de mí ira,
No quiero mancharte de mí pena mal vivida.
No quiero mancharte de mi propia lucha interna
Pues por ti arranco todo aquello que me queda
Y lo convierto en palabrería, canciones y poemas,
Lo convierto en joyas, rozas y cadenas
En tu cuello, aquel que por las noches yo beso,
Y duermo extasiado en olores y recuerdos.
Que mi dolor sea este: yo batallo con fobias e insectos
Y Tú te quedarás con las flores que te llevo…
VIII
Dolores de Parto
Cada hoja que caía en mis pies era un martirio, cada hoja seca, cada hoja que pisaba resonaba en ese espacio lleno, un espacio colmado de ruido blanco que enmudecía a las aves, un espacio que enmudecía el ruido de los autos con su ira, con su pena y su pesar, con las convulsiones internas que hacían difícil cada paso que daba. La rabia apretaba mis músculos y mis manos tensas que, al tiritar, me ayudaban a comprender mi estado: mientras mis ojos se inundaban de a poco y el vómito brotaba de mi interior pude parir todo aquello que me hizo feliz alguna vez. Con cada contracción estomacal brotaban de mi interior cientos de poemas que escribí, todas las alegorías a la belleza eterna de su caminar, sus caderas moviéndose delante mío como una de las imágenes más hermosas que tenía, su pelo tapando uno de sus ojos al darse vuelta, una sonrisa de ella que me regalaba la felicidad del día brotó en una de mis contracciones intestinales, en la siguiente pude ver, dentro del líquido espeso, un beso en mi cuello y sentir como me quemaba el alma hasta paralizar mi médula, y ahí yo, preso del pánico y el llanto escondido mientras hacía pedazos mis manos con cada guijarro del roto cemento intentaba comprender la realidad de las cosas. ¿Hice algo mal?, no lo sé, no me lo dijo, pero en mi parto de la realidad que golpeaba mis recuerdos con su inevitabilidad no hacía nada más que escuchar el susurro de sus labios decirme “te amo” en mis recuerdos. Nunca más la volví a abrazar.
IX
A Mi Manera
Se han encendido las luces y aquí nos encontramos, cariño. Nos han arrojado al escenario desde bambalinas para que actuemos esta obra frente a los asientos vacíos: no hay nadie mirando, no existe nadie a la expectativa, solo tú y solo yo, cariño, y así por separado cada uno con sus pensamientos, actuando para sí mismo, ¿Qué otra opción tenemos?, míralos a ellos, al resto, actúan para los asientos en donde solo descansa el polvo observando el absurdo que hacemos. ¿Quieres que te diga la verdad?, no tiene ningún valor actuar si quiera, solo estamos perdiendo el tiempo, ¿o acaso creías que existir era otra cosa que perder el tiempo mientras esperamos morir?, tampoco te pongas a llorar, no es para tanto, ya me he acostumbrado a esto, no creas que es tan difícil, solo basta con escuchar la música de fondo, al gran Frank Sinatra cantando “my way”, darte cuenta que es lo mismo: hácelo a tu manera, disfruta el sonido, y bailemos mientras esperamos…
No bailo muy bien pero tranquila, no me importa hacer el ridículo.
X
Salvaje
Aún recuerdo esa mirada salvaje
Que observaba mi alma como de adentro.
Yo solo era un adolescente manfinflero
Que fantaseaba con tetas en sus sueños,
Solo era un puberto
Que desvariaba entre la depresión y el sexo,
Entre el porno social
Y la pena de seguir existiendo.
Fue así cuando te vi
Aproximándote a la distancia,
Montabas una bicicleta
Y pedaleabas con indiferencia.
Me limité a mirarte
Con el objetivo de esquivarte.
Como adolescente manfinflero,
¡Que se precie manfinflero!,
Hice me vista a un lado intimidado por tu cintura
Y cuando te volví a ver fui bendecido por tu rostro,
Ahí estaba:
La chica de mis sueños,
Polera morada, shores blancos,
Caderas anchas, pelo largo.
Me miraste de frente y mordiste tu labio,
Al final sonreíste y desapareciste pedaleando.
Yo quedé congelado,
Miré atrás
Y me dio vergüenza seguir caminando.
A nadie le gusta caminar con una erección. |