Recientemente un miembro de la comunidad me escribió lo siguiente:
“Hasta dios escribo yo con minúscula jajaaj las reglas me importan un bledo, saludos”

No es la primera vez que leo afirmaciones como ésta de otros autores. Hasta escribí un cuento sobre este tema a raíz de un comentario que hice a un miembro de otra comunidad de escritores, sobre sus poemas que no seguían un formato decente, ni reglas mínimas sobre el espíritu de la poesía. Su respuesta fue tan torpe y extraviada como la citada en mi primer párrafo: “Yo no sigo reglas porque son obsoletas. Yo rompo moldes.” Precisamente intitulé mi cuento “Rompiendo moldes”.

Pero, ¿realmente las reglas no tienen importancia como para no seguirlas? Les tengo malas noticias a nuestros quebrantadores del idioma: siempre seguimos reglas.

La regla es el modo establecido de ejecutar algo, también es aquello que ha de cumplirse por estar convenido en una colectividad. De hecho, cumplimos las leyes de nuestro país, saludamos al entrar, nos despedimos al retirarnos, nos vestimos poniéndonos una prenda de vestir destinada al torso y otra distinta para las piernas. Un antireglas se pondría una camiseta en las piernas y el pantalón en el torso. Un rompedor de reglas dividiría en vez de sumar, intentaría tomar un caldo con un tenedor, seguramente cogería con una mano la rosca de un foco y con dos dedos de la otra mano las enchufaría a la red eléctrica con el propósito de que se encienda en su terquedad de no seguir las reglas.

Nuestro idioma castellano tiene reglas, están circunscritas en la gramática y en la ortografía. Seguirlas no es tan difícil, sólo se necesita el deseo de aprender. Nuestro anhelo de escribir y publicar debe estar acompañado del respeto a nuestros lectores tratando de escribir con corrección.

Recursos gratuitos:

Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)
https://dle.rae.es/

Diccionario panhispánico de dudas (DPD)
https://www.rae.es/recursos/diccionarios/dpd