Siempre que intentaba escribir, se posaban en la página tres moscas y espantaban mi imaginación. La página terminaba en el tacho de la basura. Al día siguiente volvía a intentarlo y en la página ya estaban otros bichos.Ante esta circunstancia no me quedaba más remedio que arrojar la página sin titulo siquiera al tacho de la basura, pues ahí dejaban las huellas de sus diminutas patas, patas impregnadas de mierda. Tantas veces lo intenté y todas las veces fallé, no quería atrapar mis letras en una página repleta de bacterias, pronto enfermarían y luego morirían. Guardé la pluma en el tintero y me fui a recorrer el mundo, pero el mundo también estaba lleno de virus, pues casi todas las personas estaban infectadas. Unos tosían por aquí, otros tosían por allá, otros allende las fronteras, hasta en los lugares más aparatos la gente tosía y tosía.
A los enfermos más viejos los dejaban morir en los hospitales que estaban abarrotados de pacientes. Habíamos llegado a un estado en el que la vida no valía mayor cosa, estábamos en código de guerra por culpa de un maldito virus que se hacía cada día más resistente. No era un virus cualquiera, era un virus de laboratorio, pues a un hijo de p........ se le ocurrió fabricarlo, no se sabe si fue en el Asia o en América, lo cierto es que ya había llevado a la tumba a muchos Italianos, chinos y había muchos contagiados que habían dado positivo en el examen. Entre ellos un hombre que se conocía como porky, quien se negaba a cerrar las fronteras y los aeropuertos teniendo el poder para hacerlo. Tal parecía indicar que no le importaba un pepino la vida de los habitantes de porkilandia, ese el nombre donde era reinaba.
Fueron muchos los que murieron en el mundo entero antes que encontraran la vacuna que inmunizara a la humanidad. Pero antes del virus un asteroide ayudó hacer la tarea de reducir la población. Un asteroide de tres kilómetros impactó la tierra y ahí la vida valió menos pues humanos y animales se redujeron al punto que solo sobrevivió el diez por ciento de todos los seres vivos. Noe no llegó con su arca ni Dios dio señales de vida. Yo desde una caverna escribí esta historia, me alumbré solo con la luz de las luciérnagas que se posaban en las páginas amarillentas y arrugadas por el tiempo. De tumbo en tumbo salí de la taberna, afuera me sentí devastado pues todo estaba en ruinas, pero mi tristeza cambió en un instante porque tú saliste de las ruinas con un ramo de rosas. Al verte corrí a besarte y abrazarte pues el virus había muerto con los muertos. La tierra estaba limpia de maleza y el cielo despejado.
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