Un pollo en una vidriera junto a una colección de botellas de diversos licores. Un tranvía cruzando Milán bajo una cortina de lluvia en un Agosto del pasado. Una gélida y ventosa tarde de invierno observando el mar en Talcahuano. Una animada conversación regada de cervezas junto a mi cuñado en el OK Corral de Puerto Montt. El jolgorio albo de la celebración copera en el centro de Santiago. Una bomba lacrimógena que golpea a un manifestante que corre junto a mí en una protesta contra Pinochet. Las casas en las que he vivido. Unas fotografías de Londres de noche que me hielan el corazón. Las turbulencias de un viaje en avión a la vieja Europa. Las incontables tardes que pasé en las esquinas de Hualpencillo junto a los amigos del barrio. Las calles que he recorrido. Una violenta riña entre emigrantes en una discoteca de la periferia de Milán. Las mujeres que nunca tuve. Valparaíso de noche con su alegría permanente. Un vaso que golpea ferozmente el pavimento de una calle de Concepción. La rabia de no tener empleo. Un ascensor subiendo en un edificio silencioso de Lugano. El espléndido paisaje de las luces de la ciudad de noche. La ebriedad y el desenfreno en un cabaret de mala muerte de Coronel. El miedo a morir en una sala de hospital para indigentes. El regocijo de tener una hermosa hija. Las oficinas públicas vacías en las horas nocturnas. La larga ausencia de mi padre. Una emotiva conversación telefónica con una añorada amiga venezolana. Una tarde solitaria de cine viendo Kill Bill. El amor que endulzó mi vida. Los recuerdos urbanos que retan la fragilidad de la memoria cada cierto tiempo.