Hay vidas que no son vidas, pero que son tu vida. Son tu vida y como tal hay que apreciarla. Un setenta por cien de lo que es una vida viene conformado, como si se tratara de un rol establecido. A es que a este respecto se puede decir que uno viene con su papel de comedia bajo el brazo. Por lo que no hay que quejarse demasiado.
Frecuentemente, un alto porcentaje también, no se sale del guión. Esto lo saben los jerarcas. Hasta los sátrapas abogan por que haya movilidad en el asunto. Saben que su propia libertad depende de ello. Y es que los esquemas se repiten de tal modo que amenazan con esclerotizar hasta los más “lucidos” papeles.
La vida, que era incertidumbre, pero también aventura; necesidad, pero también plenitud, se está convirtiendo en un cúmulo de seguras, pero aburridas existencias. Hay que mover el bombo- como si se tratara del de la lotería- desde abajo.
Hemos evolucionado, a base de comodidad, al conformismo, y no hay nada mejor que el aburrimiento para los males del alma. Hemos edificado una sociedad de neuróticos y con tal plantilla hemos configurado el mundo. Un mundo que se mueve desde entonces bajo los parámetros de la más absoluta farsa.

Y en estas estaba cuando me ha ido entrando en la cabeza lo expuesto anteriormente. El hombre lleva camino de convertirse en pura intelectualidad. Sin emociones. O lo contrario; ya no hay término medio.
O al menos eso es lo que parece, pues intuyo que hay gentes resistentes que van a hacer todo lo posible por no sucumbir. Aunque tengan que mover el tinglado y el escenario, pero se blindarán frente a tamaño infortunio. De este modo la vida se muda. Uno, que no es más que un puro observador, aprecia estos cambios de domicilio, pues no es novedad en la historia, ni nuestra experiencia particular tampoco suele ser totalizadora. Esperando uno la mudanza está.
Con mi papel bajo el brazo, pero esperando otro teatro, aguardo a que cambie, a que al menos un ápice de autenticidad me haga reaccionar algo. No prometo nada, pero estoy dispuesto a emprender el largo viaje, pues la vida es también varias vidas. Lo difícil es salir de nuestra burbuja. Con un millón de euros en el banco te mudas a una lejana isla del Pacífico y aprendes hasta la lengua. Pero uno, a falta de tal monetario, espera una solución menos drástica, aunque, necesariamente, más imaginativa. A menudo basta con cambiar de itinerario: dejarse recoger por la satrapía.

En esto se puede decir que quizá el mejor viaje sea quedarse en casa a esperar acontecimientos y no desperar pues nuestra burbuja es sólo una más de los millones de burbujas que se cuentan.