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El viejo Parador , regentado por mi abuela paterna, albergó a variados huéspedes: mineros de la mina de Wolframio, ubicada cerca del nacimiento del río que da nombre al Valle; arrieros, que pernoctaban con las caballerías, alojadas en la cuadra, con que se desplazaban en época de escasas comunicaciones; veraneantes que huían del tórrido calor veraniego de la capital sureña al norte serrano, en busca del frescor; queseros, vendedores ambulantes...
Enfín, una nutrida fauna a la que mi abuela daba comida y cama.
Era El Parador un caserón con un patio empedrado con rollos, en cuyo lateral izquierdo una puerta daba acceso a la cuadra donde se alojaban los caballos. Al fondo del zaguán, un pequeño mostrador de bar o despacho donde se dispensaba vino básicamente. En ese pequeño cubículo se guardaba el vino en unas vasijas de barro, en grandes cántaros.Se podía tapiar con un portalón de madera.
Allí, entre los tinajas, encontramos al primo Rafael, que atraído por la curiosidad, se coló dentro, donde quedó dormido, con poco más de un añito, mientras todos lo buscábamos desesperados por la espaciosa casa.
En la planta baja solo había , además, una pequeña cocina con fresquera y una salita en cuya ventana con reja figuraban las iniciales de mi bisabuelo , el fundador, R.L., y el burril para los cabritos.
Tras unas cuantas escaleras, se accedía a la primera planta , un espacio desaprovechado donde solo había una cocina matancera, en que se hacía la lumbre y se colgaba , en las vigas del techo, la matanza. Allí, me contaba mi abuela, me arrojé el café hirviendo de la cafetera en el brazo , de bebé, en un descuido de la criada a cuyo cargo estaba.Aún hoy persisten las cicatrices.
En la segunda planta , un gran pasillo con balcón, que daba acceso a amplias habitaciones destartaladas y alcobas pequeñitas aisladas con cortinas.
Al balcón se asomó mi madre el largo día de mi nacimiento, alertada por las voces que informaron de que un vecino del pueblo había muerto del golpe con una azada por una cuestión de riegos.
Y arriba , el desván. Y en la parte posterior, el bucólico huerto con higuera y gallinero, lugar este último reservado a mi padre, al que se le concedía el privilegio de coger los huevos del nidal, calentito, al atardecer, cuando venía del campo.
Fue la casa de mi niñez, heredada de mis abuelos, que posteriormente restauramos en dos ocasiones adaptándola a los nuevos tiempos.
Allí ubico a mi padre, que nos arrebató muy joven la cruel Parca, ayudándome con los deberes escolares en la salita y enseñándome la medición del tiempo en el despertador.
Mi madre me peinaba por las mañanas en el patio , donde a falta de cuarto de baño, una pila rústica de cemento hacía las veces de lavabo. Era un momento temido por los alaridos que yo daba cuando me desenredaba la larga melena, que luego trenzaba.
En aquel momento, no había agua corriente en las casas del pueblo. Vivíamos felices pero en precario.
Fue mi familia pionera en ese tema al hacer un depósito , urgida por Sanidad, pues uno de mis tíos tenía un restaurante con su mujer, extraordinaria cocinera. Eran frecuentes las escapadas al sitio para clorar las aguas cuando venía " el de Sanidad", tan temido como el hombre del saco. Más de una vez mi abuela casi se quema la garganta con lejía al beber un vaso de agua del grifo.
- ¡ Coño! Avisad cuando cloréis- reñía a
sus nueras o hijos, que vivían todos en El Parador , en torno a ella, la matriarca, pues cada uno de sus vástagos heredó una casa de las que antiguamente alquilaban los veraneantes .
Allí ubico la gatera , a la izquierda del portalón de madera, donde se asomaba el primo R. de bebé. Cuando reconocía por el ruido del motor el coche del tío A., corría hacia la gatera, suplicante para que lo llevara con él.
- No te llevo, pichanegra, que llevo prisa- le decía mi tío y el suyo, que le llamaba burlescamente así por el color moreno del niño.
- Mamá, tío A. está " coco"- se confidenciaba el pequeño , con un dedito en la sien, desolado, a mi madre ,su madre postiza durante un año en que sus padres nos lo confiaron porque ambos trabajaban ,allá en París.
- Sí ,claro, le llamas loco porque no te lleva- le decía socarrona mi madre.
Ella nos ponía a solear en verano agua en un cubo para proceder a la higiene personal.
Allí estaba el balcón desde donde se tiraba al suelo el lunático de tío E., con un paraguas que hacía las veces de paracaídas, para asombro de todos.
Allí estaba la carretera por donde no pasaban sino dos o tres coches habitualmente: el correo , algún taxi o camión. Por ella , como una centella se embalaba el tío A. montado, en cuclillas, en el sillín de la bicicleta.
Quedaron los cinco hermanos , todos varones, huérfanos de padre de pequeños. Quién sabe si ese hecho hizo de los dos chicos dos espíritus osados, libres , indómitos y sorprendentes, características que chocaban con la seriedad de los mayores, prematuramente adultos.
Allí, en casa de la abuela ,nos reuníamos todos al amor de la lumbre en invierno, a cuyo amparo se escuchaba la radio, se contaban historias, se asaban castañas y manzanas, se jugaba a cartas y al dominó en las largas y heladoras tardes de invierno. En verano, la familia se trasladaba a la puerta, al poyo, en donde se pegaba la hebra animadamente, mientras se hacía alguna labor de costura.
Los renacuajos, los luceros, los grillos, las mariposas, las flores, las cerezas, las castañas y las moras, los vestidos pichi que me hacía la tía E., el vestido rojo de lana, el plumier de la escuela, mis primeros libros( Mujercitas y Robinson Crusoe), la comba, la goma, los huesos, las mariquitas, las canciones infantiles que acompañaban los juegos, los baños en el río, las excursiones en familia a alguna de las fincas con la tortilla de patata y la ensalada , mis primos y las amiguitas de la niñez , etc. conforman el imaginario de mi infancia , tan plena.
Son muchas las historias del Parador, separado del pueblo a escasos 100 metros. Muchas las vivencias de ese particular Paraíso de infancia y juventud, mi patria chica, mi raíz, mi particular Macondo, allá en mi Valle.






Texto agregado el 09-03-2020, y leído por 148 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
10-03-2020 ¡Ah caramba, eso yo no lo sabía! ¿Así empezaron los paradores? Visitando con mi esposa, en España estuvimos en uno o dos paradores limpios, modernos como pequeños hoteles. Gracias por la información, comprendo ahora después de 25 años. za-lac-fay33
09-03-2020 Que lindo es introducirse en tus letras y conocer de tus historias familiares, son ricas en vivencia y nos retrotraen a cosas que a su vez, de una u otra forma hemos vivido. Un abrazo, sheisan
09-03-2020 Hipsi, he disfrutado tanto tu relato que te pido más! Me ha encantado!!!! MujerDiosa
09-03-2020 El Parador sospecho contiene muchas ,muchas más historias que callas hoy, hipsipila. Notario
09-03-2020 Coincido totalmente: " la patria no se mide por lo largo y ancho de tierras, sino por la extensión y valoración de los sentimientos impresos en el Alma de la niñez". Me gusta. Notario
09-03-2020 —Se me quedó en el tintero un gran abrazo para ti y un reconocimiento para tu Patria. vicenterreramarquez
09-03-2020 —Soy de los que cree que no hay patria chica o patria grande. Sólo hay una Patria y es esa que tan bien describes y que a la vez estoy leyendo, sintiendo que en mucho tiene parecido a la mía. Sostengo que la Patría no se mide por largo y ancho de tierras, sino por la extensión y valoración de los sentimientos impresos en el alma de la niñez. Para mi, lo otro que muchos llaman patria en realidad es país. vicenterreramarquez
 
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