De mi participación en el taller: Una docena de gifs
Cuento inspirado en la siguiente imagen:
http://i.gifer.com/12xv.gif
El aviso decía bien clarito:
“Se necesita señora o señorita con habilidades para… “
No quiso seguir leyendo. Todos los avisos decían lo mismo. En primer lugar se requería buena presencia. Ella la tenía. Atractiva, desenvuelta, desprejuiciada, sin inhibiciones, libre de ataduras, independiente y sobre todo elegante. Todo eso figuraba en su currículum. ¿Qué otra cosa podían requerir?
El día anterior a la cita planificó la entrevista hasta en el menor detalle. Se puso los ruleros y durmió sentada toda la noche para no malograr el efecto deseado, ya que la primera impresión es lo que cuenta, ya se lo había dicho su tía más de un millón de veces. Aparte se depiló piernas y axilas y se aplicó en la cara una novedosa crema de limpieza.
Al otro día le dolía todo el cuello por la incomodidad de los ruleros y amaneció con antiestéticas ojeras. Observó que su piel lucía enrojecida por efecto de la depilación, y su rostro poroso a causa de la crema de limpieza que, como buena era buena, y ese efecto era previsible, de acuerdo a las palabras de una cosmetóloga amiga (todas las cosmetólogas ensalzan los productos que después te quieren vender). De todas maneras esas imperfecciones se podían tapar fácilmente con un buen maquillaje, por lo que procedió a maquillarse con más cuidado que nunca, sin escatimar los buenos productos que tenía en el tocador. Luego se fue probando toda la ropa que tenía en su guardarropa, haciendo caritas frente al espejo para lograr su propia aprobación.
Se decidió por un ajustado vestido negro de noche con insinuantes recortes de encaje en el corset y finos breteles que se cruzaban en la espalda, falda tubular y, para completar el atuendo, un hermoso collar de plata con detalle de piedras negras facetadas.
Cuando iba por la calle para dirigirse al lugar de la cita, taconeando con sus zapatos charolados tipo aguja —bastante incómodos por cierto— todos los transeúntes —muchos conocidos— la miraban interrogativamente como preguntándose: ¿Adónde irá ésta?
Ella apuró el paso tratando de pasar desapercibida y entró al edificio indicado atropelladamente, justo en el momento en que un distinguido caballero le preguntó con bastante indiferencia adónde se dirigía.
—Vine por el aviso —dijo girando seductoramente y dejando traslucir una enigmática sonrisa ante el imperturbable caballero.
Hubiera querido que la tierra la tragase cuando escuchó la voz impersonal del hombre cuando le dijo:
—Si. Necesitamos una persona para la limpieza de los baños. Pase por aquí por favor. Le daremos un par de guantes y un delantal.
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