En Latinoamérica hemos tenido excelente precandidatos a las presidencias de los diferentes estados que componen esta comunidad, con propuestas muy hermosas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y hasta viables de fácil aplicación, pero casi siempre desde que asumen los gobiernos activan el dicho: una cosa es con guitarra y otra con violín.
Una de las dificultades que impide que estos candidatos y luego presidentes hagan lo que tienen que hacer para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos es: el gran cumulo de compromiso que hacen con los diferentes sectores de la sociedad, que luego lo ata de mano para mejorar la calidad de vida de los latinoamericanos.
Desde el mismo momento que un presidente se juramenta envía señales que se pueden descodificada si su gobierno será más de lo mismo o viene con un gran sentido de innovación.
Nuestros países latinoamericanos generalmente tienen una gran carga nominal que absorbe considerablemente los presupuestos de los diferente países en américa latina, y ningún nuevo gobierno quiere enfrentar ese asunto por el gran costo político que esto significa, de lo contrario engrosan más aun las nóminas a tal punto que se han dado el caso que más del 50% muchas veces son puestos ficticios o improductivos (botella).
En los años 70 el profesor Juan Bosch lanzo una tesis que se titulaba: “Dictadura con respaldo popular”, a mi entender muchos políticos en nuestros países han querido aplicar esta tesis en sus gobiernos, pero al aplicarla le varían la última parte de la tesis y entonces pasan a llamarse: “Dictadura con respaldo populista” (nombre de un libro de J.R. Nuñez Corona).
Contar con un respaldo populista implica muchas cosas y la mayoría negativas para una sana economía, por ejemplo:
1. Siempre habrán muchos subsidios (solo en el sector eléctrico se ha mal gastados cientos de millones en dólares en R.D.),
2. Muchas botellas (cargos improductivos o ficticios/necesarias para la falsa popularidad de los gobiernos),
3. Sobreevaluaciones en casi todo lo que se hace desde el estado,
4. Entrega de contratos para construcción de obras grado a grado,
5. Alteración de las cifras reales desde los gobiernos para simular una excelente gestión administrativa (para que los numero puedan cuadrar),
6. Una alta carga impositiva sobre el sector productivo privado (que sustente el modelo populista), entre mucho otros.
Si los nuevos gobiernos en América Latina se concentraran en tener un estado administrativo pequeño y funcional, y a la vez incentivaran los sectores productivos, la innovación, el cooperativismo y a los emprendedores, le garantizo que los logros serian múltiples y cuantiosos.
Un estado pequeño funcional está obligado a invertir en la mejora educativa (no simplemente en construcción de aulas), también en la supervisión y control de las universidades (para que salgan excelentes profesionales), en tener una cámara de cuenta fuerte e independiente (que realice auditorías constantemente en todas las dependencias del estado sin miramiento de partidos políticos).
El estado pequeño debe incentivar la creación de nuevas cooperativas y el buen funcionamiento de las ya existentes, promover la creatividad ciudadana, apoyar a los nuevos emprendedores, ampliar y modernizar los sectores productivos, invertir (no gastar) en el campo para la mejora de la producción agropecuaria a nivel nacional, invertir en la innovación desde el gobierno, buscar fórmulas que activen la micro economía.
Lo fundamental (a mi entender) de un estado pequeño es actual con transparencia, pulcritud y con sentido de excelencia administrativa, a sabiendas que la administración del estado es pasajera, pero el bienestar de una nación debería ser para siempre.
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