Tu mirada se aclarará sólo cuando puedas ver dentro de tu
corazón. Aquel que mira hacia afuera, sueña; aquel que mira
hacia adentro, despierta. – Carl Jung
Como a un deteriorado viejo cuadro,
esa historia oculta entre capas de barniz,
el falso brillo para iluminar recóndito pasado,
voy a buscar por detrás de la esmaltada patina
el sedimento que la selectiva memoria cubrió,
Como un opaco espejo distorsionado
son así las imágenes dúbias que me reflejan,
los translúcidos retratos que me acercan a mi
y tan solo positivan el difuso negativo
en que se esconde la sombra de mi ser.
Quiero encontrar bajo mis sutiles actitudes,
bajo mis formas, mi ser, bajo mi estar,
la inconsciente acción, inesperada reacción
que me presenta, que me representa
sin que yo mismo pueda decir la última palabra.
No va a ser el cotidiano juego de máscaras,
tan real como consciente en su automatismo,
ese lo dejaré para jugar otro día, otra hora.
Escudriñando en la trastienda de mi alma
quiero revelar los otros yos que quedaron atrás.
Y si existe un pasado perdido en el futuro,
sombras difuminadas y tenues significaciones,
caducas razones aún con la vigencia en día
que se camuflan bajo valores estañados,
quiero repatriarlas de su temporeo estado.
Quiero dialogar con sus velados signos,
las verdades revestidas de serena respuesta
que designan mi particular código de valores,
el legado vivo de una educación pasada
que me hizo como soy, que me creó.
Para conocerme en holística mirada,
en una visión en trescientos y sesenta grados
de todos los esquivos yo que me cercan,
que educadamente viven en la retaguardia
quiero aprender a mirarme hacia adentro.
Quiero saber de mí de primera mano,
en un sincero y abierto diálogo interior
mi propia fiable fuente de información
esa que termina y comienza en mí,
entrañable voz que aviva el seso, que despierta.
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