Pensó en renunciar un montón de veces, y la única vez que lo hizo, Hernández, el gerente, le ofreció un aumento insignificante que él aceptó. Finalmente, después de 35 años de innumerables chismes, rumores, intrigas oficinescas y ruindades varias, Rambal se jubiló, y junto a su esposa, Elsa, salieron de viaje alrededor del mundo. Tras su regreso, Rambal seguía desayunando en el mismo café, a la misma hora en que Elsa, como de costumbre, se encontraba con Hernández, la única diferencia era que las citas tenían lugar en un hotel que pagaban a medias.
© Eytán Lasca-Szalit, febrero de 2020
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