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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / El dios escorpión. William Golding

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Otro texto antiguo más.

Tuvieron que pasar más de treinta años, para que finalmente leyera “El dios escorpión” de William Golding. Anduvo rodando durante todo este tiempo por los anaqueles de casa, sin que la suerte lo favoreciera. Ahora ha sido diferente, su lectura, me ha descubierto la maestría de Golding para contar historias.
Golding narra despacito, describiendo minuciosamente, regodeándose pausadamente con todos los pequeños detalles que rodean, existen o son importantes para sus personajes y relatos. Los va soltando de a poquito, con sapiencia, con suficientes dosis de interés; se detiene para que podamos palpar el ambiente y las situaciones particulares a las que desea que asistamos; así, nos va adentrando casi sin sentir en los universos particulares que imagina y recrea.
El libro está compuesto por tres historias más o menos largas: la que le da título al libro y dos más: “Clonc, clonc” y “El enviado especial”. Cada una de ellas muestra el tratamiento característico de los relatos de Golding, donde el mundo imaginado parece palpitar, cobrar vida.
El dios que sostiene el cielo y hace crecer las aguas del río, está cansado. No es tan joven como antes y ya no es capaz de mirar y cumplir sus responsabilidades como antaño. Su embustero, su particular entretenedor, tiene la triste tarea de mantenerlo interesado en lo que requiere la comunidad y por ello le cuenta infinidad de mentiras, mezcladas con ciertas verdades, para lograr que el dios disfrute y haga, lo que a su alta jerarquía corresponde. El príncipe, próximo heredero y sustituto del dios, aún es muy pequeño, apenas ha cumplido los ocho años, se está quedando ciego y mucho menos quiere convertirse en el sostenedor del cielo. Tiene miedo y unas dudas terribles que le harán cometer muchas equivocaciones.
Aquí los fuertes son la princesa y el gran jefe, sobre todo este último, quien prácticamente es el que decide el destino de lo que es bueno o no para la comunidad. La princesa, está destinada a ser poseída por su padre, no importa que esté enamorada del embustero, y éste de ella.
Todos parecen estar locos, fanatizados, poseídos, preocupados hondamente por adivinar el destino, el futuro; todos, excepto el embustero, que parece ser el único con cierta cordura, conocimiento de hechos lejanos, increíbles, inverosímiles, pero no menos ciertos.
Hay leyes no escritas, compromisos por cumplir. Si el dios muere, el embustero tendrá que seguirlo a su tumba. No hay excepciones ni subterfugios. El amor no importa, los sentimientos tampoco. La ley es la ley.

En “Clonc clonc”, Golding nos lleva de la mano por el misterioso y sugerente mundo de las mujeres y también de sus hombres. Hay una profundidad incierta, desconocida, en el actuar de las mujeres de la tribu. Palma (“Aquella que da nombre a las mujeres”) como todas las demás, tiene necesidades físicas, pero también la enorme responsabilidad de lograr que las mujeres disfruten y ejerzan su femineidad, independientemente de si los hombres son capaces o no de entenderlas, de ser más inteligentes que ellas, de amarlas. Los hombres son cazadores, algo torpes y quejumbrosos, capaces de soltar el llanto a la menor provocación y creerse guerreros valientes. En las mujeres hay más sabiduría, prudencia (rota momentánea y finalmente por un suceso fortuito y extraordinario), sensualidad y comprensión de la vida, que en los atolondrados hombres leopardo. El rechazo y una suerte extraordinaria, le permitirán a Chimp tener acceso al siempre misterioso y temido mundo de las mujeres, del sexo. No será por voluntad propia (al menos no al principio), habrá de transcurrir tiempo para que Chimp asimile, la verdadera magnitud de su fortuna y de lo que le ha sucedido.
Golding, describe con sencillez lo elementales, lo débiles que pueden ser los hombres de la tribu. Lo importante que es el orgullo y demostrar a toda costa que son valientes y nobles. Que a veces pueden ser crueles y burlarse del más débil, ya que de alguna manera representa lo que no quieren ver en sí mismos, porque los hombres son fuertes, intocables, casi como dioses.
¿Y las mujeres?... Ellas tienen que estar en casa, haciendo los quehaceres, cuidando a los hijos, dándolos a luz, esperando el regreso de los hombres, de los fuertes, de los proveedores de alimento. Pero ellos no saben, ni siquiera se imaginan la morbidez, el goce, el placer que ellas pueden experimentar durante su ausencia. ¿Quién necesita de los hombres leopardo?... aunque a veces puedan ser útiles para alguna situación.

Fanocles quiere ver al emperador, es urgente que hable con él, porque viene a proponerle un extraordinario negocio y a mostrarle el invento más grandioso de cuantos hayan existido jamás: la construcción de un barco; pero no cualquier barco, sino uno rápido, poderoso, que no necesita de remos ni remeros para moverse con celeridad, porque su fuerza secreta, es el vapor. El emperador y su nieto Mamilio se ríen de él, de su locura, de los inventos que dice poseer. Y lo soportan, porque llega acompañado de su joven hermana Eufrosina, quien se cubre pudorosamente el rostro y solamente deja entrever sus ojos hechiceros. Mamilio se interesa por la muchacha y cree adivinar bajo el velo que la cubre, a una mujer bellísima. El emperador es viejo y sabio; Mamilio, joven e inexperto; además pende sobre él, la amenaza constante de Póstumo, quien es el heredero al trono y próximo César del imperio romano, quien no permitirá que nadie le haga sombra.
Un invento humilde, hará que el emperador se interese realmente por Fanocles: la olla a presión. Para el César, resulta ser un invento increíble, que le permitirá disfrutar deliciosos alimentos cocinados por este medio y que tendrán la suavidad y exquisitez necesaria que demanda su paladar. El barco de vapor se construirá, aunque Póstumo piense que Mamilio quiere usurparle el derecho al trono. Cuando se desencadenen los problemas, el César confía en poder encauzarlos pacíficamente.

Los tres relatos que conforman “El dios escorpión”, despliegan ingenio y conocimiento sobre muy diversos temas. El ritmo y tono narrativo de Golding, nos ha seducido casi sin querer; o mejor dicho, queriendo. El autor de “El señor de las moscas”, nos ha atrapado de nuevo.

Texto agregado el 21-02-2020, y leído por 213 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-03-2020 Me encanto tu relato, muy didactico. jaeltete
28-02-2020 La lectura nos engrandece y le abre puertas a la imaginación. Sobre todo si lo que leemos está escrito por un autor prestigioso y maestro de situaciones magicamente construidas. Un abrazo, amigo y gracias por pasar. guidos
21-02-2020 —Después de treinta años has logrado hacer y además mostrarnos una muy buena reseña de estas tres historias de el libro "El dios escorpión" de William Golding. —Un abrazo vicenterreramarquez
21-02-2020 Hermoso relato y muy interesante, no lei nada de esto, gracias.***** Abrazo Lagunita
 
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