Descripción de la serotonina perversa, A Fernando Báez Sosa
Era la charla en un chat lunático, hablan de la fuerza que tenían, de la banalidad del mal. ¿Cómo se normaliza la práctica que tiene consecuencias funestas? Así se hace: todos vuelven a casa y dan un beso a papá y a mamá, todo queda adentro, todo queda en familia, todos vuelven a instalarse en el formato que les tranquiliza.
Los buenos siempre son los unos, y disuelven a los otros, para cometer violencia sin darse cuenta, para ser felices dentro de la villanía. Los malos son los otros, los que se equivocaron y nacieron precarios, nacieron con sueños que no cumplirán. Y los sueños del pacto de silencio son tomar vino y fumar flores, luego vienen las gatas que gustan de la adrenalina.
Y hay poemas que hablan de este chat bizarro, la ciencia criminalística las recogió, y un cumulo de versos decía:
La mueca del rugbier
Lejos de la felicidad ajena,
lejos me voy,
donde no me toca nadie.
No tengo afectividad,
alienígena no soy,
un chico sin humanidad,
homo-sapiens mal calcado,
extraviado en la caducidad moral.
No cuenta el tiempo,
solo sensaciones,
no hay realidad.
Jugamos a los niños perversos,
jugamos con objetos,
objetos que sufren,
objetos humanos,
plenamente humanos.
Los humanos marchan,
los humanos también lloran,
separan las maquinas,
maquinas herrumbradas,
las maquinas dentro de las cajas,
me metieron aquí,
en esta jaula sin juegos,
con mis hormonas perversas,
hasta que caduque también.
Hay un rumor de la gente sin rostro que se convierte en estrofa corta como la vida efímera, la vida corta y única:
Solo nos queda tu recuerdo,
de tu vida que no era juego,
Fernando,
la vida colorida,
una sonrisa de pibe,
llanto de todos,
sonrisas y sueños de todos,
esperanza de todos,
sonrisas para siempre,
nacieron en enero.
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