Sentada frente a la mesa recuerdo aquellos momentos
tan lleno de amor, completos de ilusiones por recibir,
anhelantes por llegar a destino, a ese puerto imaginario
donde nos esperaba la dicha, como complemento de dos.
Aún estamos en ese carril donde nacen las palabras
y las flores se llenas de sonrisas cuando nos besamos,
frente a tanto, hoy, frente a miles de proyectos realizados.
Nos vemos muy cerca de la luz, del presente, ahí, amurallado,
porque si todo se cumplió, faltan tantas cosas por reconocer.
La ingratitud no nos permite abrazar las pequeñas soledades,
el viento que silba sin descanso nos cuenta de su saber,
la luna sin sombreros ni rubí en su boca, nos habla de aquellas primaveras,
el susurro del mar nos concede la dicha de verlo crecer en olas.
Hay una laguna insistente que no frena su caudal de sombras,
un trecho sin recorrer que se quedó en medio del renglón,
y ninguno recuerda de qué manera llenarlo, hay nebulosas
que rondan por los pasillos de la mente, errores que no se ven,
ni se dicen, proyectos que no están anotados rigurosamente.
Perdimos el rumbo del recuerdo, pero hay tranquilidad en este valle,
donde todavía las flores son blancas, las almas se reconocen.
Hay murmullos de pájaros que en la noche avecinan su llegada,
todos es, lo que es, más lo que no fue... será un sumatorio
de días, meses, años y un rompecabezas que deletrear.
Alessandrini María del Rosario |