Ella fue apodada "Mujer de humo" en la Facultad, porque parecía inalcanzable,... Sí, era buena amiga, pero esto es otra cosa. Para el amor, era inalcanzable.
Cuando por fin vivió su primer contacto sexual, el amante comenzó a susurrarle: "¡Diosa mía!", "¡Diosa mía!". El acto entonces fue puesto "en pause" por Elia.
Elia apartó su bellísimo cuerpo y reprimió un grito."Dios solo es Uno, Dios". "No puedes llamarme Diosa a mí", le explicó sus argumentos en el tono más suave que fue capaz, porque estos argumentos se escapaban ya de la garganta, del interior, de su arraigado sentir, con una vehemencia radical.
Tras retomar la actividad amatoria, Elia se sintió muy bien, y no ya por las oxitocinas u otras hormonas que segregase su cerebro; sino por sobre todo, a causa de experimentarse a sí misma en una nueva realidad, en una dimensión más humilde.
Porque se sentía tan valiosa como mujer, que no encontraba a varón digno de ella y se su posesión.
Un hombre, de carne y hueso, le había abierto el acceso a la humanidad, a esa humanidad que, en esa entrega total, ella siempre se negaba a concederse, a admitir. |