Tus madreselvas, madre,
tus selvas de dolor verde profundo,
verdeazul, verdeamor,
tus vivas siempre siemprevivas,
tus geranios arrasados en invierno,
tu genio y el ingenio para revivir las rosas,
alelíes, jazmines, pensamientos...
Pensá... ¿miento si pienso que cada flor
es bálsamo para tus viejas quemaduras
que maduran en silencio?
Pienso.. ¿miento si confieso que mis versos
tan sólo son excusas para quitar el dolor
que llevo adentro?
Salvate, mamá. Salvame.
Temblorosas como tu corazón las rosas,
tu leve temblor de alas,
coronación de tus esfuerzos,
tu nación en el jardín, tu coro de amapolas,
tu corona de reinas margaritas, tus estados...
He estado, madre, esta mañana,
lapicera en mano y papel en blanco,
viéndote desde mi ventana.
Te vi, entre gatos y pajaritos,
sombrero de paja,
rito de escoba y regadera,
silbando bajito tu rabia y tus secretos,
te vi adorando rosas, madreselvas, pensamientos, hasta malvas y rudas...
Vas mal, mamá - rudamente pensé -
las flores no te salvan de las penas.
Voy mal -lo sé-
los versos no me quitan la tristeza...
Gritá –me dije sin hablarme – puteá,
dejate de soñar encerrada entre papeles.
Gritá –te dije sin decirte– puteá,
dejate de barrer el patio y las desgracias.
Salvate, mamá. Salvame.
Salvemos las distancias y juntas
transitemos el camino del amor que nos tenemos. Es tiempo de siembra todavía,
sembremos los canteros con los años que perdimos, llenemos tus macetas y mis hojas con las cosas que aún no nos dijimos.
Nunca es tarde:
seamos, finalmente, hija y madre.
Madre e hija sin tu ancho jardín que nos separa, sin mis páginas en blanco que no hablan.
Hay ángeles rondando nuestras casas,
ya conocen tus jardines,
mi poesía va a gustarles:
su emoción será una lágrima celeste,
bastará para que rieguen tus vergeles.
Sobrará para que pinten mis papeles.
Salvate, mamá. Salvame.
Es mediodía, tantos días en el medio
nos quedan todavía
para dejar de ser vecinas por casualidad
y ser de una vez, madre e hija de verdad.
Yo gozosa regaré tus selvas, madre,
tus preciadas madreselvas;
vos ansiosa leerás mis versos,
los hijos que he parido a tinta y sentimiento.
Yo sostengo que podemos.
Yo tengo lo que sos, vos tenés algo de Dios.
Ni las flores ni los versos nos salvan de las penas. Yo tan sólo converso con mis versos.
Vos confiás a tus plantas los secretos
que jamás nos dijimos en voz alta.
Salvate, mamá. Salvame.
Pateemos el tablero,
ya basta de jugar a que no importa.
Somos dos, no estamos solas,
juntemos las fichas del amor que nos desborda. Siempre vivas estarán en el recuerdo
las sonrisas de los nuestros (que no han muerto). Vos y yo seguimos siempre vivas,
dejemos florecer los pensamientos.
Hagamos el intento de inventar la sencilla,
audaz, definitiva,
flor-poesía que diga de una vez
“mamá, te quiero” - yo, sin mis secretos -
“hija, te amo” - vos, sin tus silencios –.
Tus flores en poesía yo quiero convertir.
Vos harás, con tus encantos,
con mis versos un jardín.
Salvate, mamá. Salvame.
Juntemos nuestros sueños
que ya está por venir el porvenir,
que las penas no detienen a los años,
que los días se marchitan como flores,
que los sueños no trascienden a los soles
y es probable que aún aguarde un desengaño agazapado entre tus selvas, madre;
entre estos hijos, versos míos.
Y tomadas de la mano
o del recuerdo
o de la sangre que nos une,
será mucho más fácil enfrentar lo que se viene, será mucho más bello disfrutar lo que se tiene... Que no es tanto, pero es cierto;
que no es poco, porque es nuestro.
Y tu más claro milagro habrán de ser mis poesías,
y habrán de ser tus jardines
la real consagración de mi “Intimario” (*).
Desde el florido templo del amor,
yo te propongo, por ejemplo:
si me dejo querer como una siempreviva,
¿vos me dejás que te quiera
como a una nueva poesía?
Salvate, mamá.Salvame.
(Septiembre de 2004)
(*)“Intimario” es el título de mi único libro de poesía.
|