Como entre cadenas, arrastras la noche hasta mi puerta. Profanas mi silencio con su lívida queja. Asociando el insomnio con la melodía que embarga nostalgia y desata recuerdos que se enredan en los suspiros. Inundando poco a poco, mis pulmones de desaliento y mi corazón de incertidumbre

No siempre ha sido así. Hubo un tiempo en que me diste tu difuminada luz, para tocar con mis caricias las estrellas esculpidas en tu espalda

Me llevaste a beber el rocío de unos labios rojos. Caliente deseo que se acumula entre las comisuras de la madrugada. Bajo el velo protector de tu aperlada circunferencia.

Me asististe alegre durante mis travesías llenando mi guitarra de música y mi corazón de femeninas rutas, como un amplio mapa donde encontré y perdí canciones que luego se convirtieron en banderas…

Caminamos juntos los callejones nocturnos de cuévano sin culparnos de la desesperación de vivir pretendiendo mirar el mundo con la ceguera del amor. Ícaro volando. Tan alto, tan alto. Sin imaginar la precipitación del descenso décadas posteriores.

Perdonamos a la lluvia que impertinentemente nos dejó aislados de la calle, y nos quedamos quietos a escribirle un poema, mientras los deseos de trasnochar huían por el balcón a fermentar en la nata húmeda de la noche.

Hicimos nudos de lenguas, en el callejón del beso, madrugadas concubinas que complacían mis excesos. Y ese tercer escalón, siempre fue el primer pretexto. De ofrendarle a las caricias unas manos sin receso, a mi guitarra canciones y ti, luna, muchos versos.

Hubo un tiempo en que la gente corría despavorida como si cayeran maldiciones, buscando cerrar puertas para descansar del aullido del día. Pero en mi reloj, marcabas el tiempo para subsidiar el vicio… el vicio de salir a correr como un gato errabundo y curioso por las azoteas de la noche

Sin embargo hoy. En este Guanajuato recién lavado por la lluvia, se anida un olor a olvido. En sus rincones, se esconde un pasado que me llama a gritos de canciones. Sus sombras se cuelan por el frió y me anudan la garganta hasta exprimir mis ojos

La luz se pudre indiferente y ensucia las cortinas del balcón cerrado. Y tú, no vienes a curar mi angustia, de soledad y olvido acumulado.

Amante luna,

compañera ausente.

¿Porqué me tienes tan abandonado?

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