El viento viene a romper el equilibrio de las aguas del lago, a desestabilizar el inestable estado de la energía que se conserva apaciblemente en calma. Como una evidencia velada de una anomalía de la existencia. Todo en la creación es movimiento, nunca nada realmente se encuentra en calma. El viento con su desconocido origen coloca al agua en un vaivén que da cuenta de la irregularidad del fondo lacustre. El agua se agita en reveladores cantos de confesión, que vociferan como secreto a voces las accidentadas formas de las superficies sumergidas. Parodia en planos geométricos casi euclidianos la simpleza de la abstracción humana en contraste con la compleja manifestación de la creación. La luz del sol se proyecta en estos planos formando argollas que se deforman tan velozmente como el acomodo inestable de las zamarreadas moléculas que luchan incansables por mantenerse unidas. Como una absurda comedia que representa la lucha de las comunidades humanas cerradas que intentan conservar su sobrevalorada esencia de origen puro, rechazando con fuerza desenfrenada a todos aquellos individuos que se cuelan en su salvaguardables y cristalinas estructuras. Muchos creen que es el viento quien tiene la fuerza de agitar el agua pero ante mis ojos el viento solo es el pequeño toque que desata la desesperada danza temerosa del agua por perder su inestable equilibro. Así mismo ocurre con las que parecen, a los ojos de todos, las más sólidas y perdurables agrupaciones humanas cuando se establecen rigurosos criterios de inclusión, por naturaleza, de sus tan dispares integrantes.