El murmullo de tus caricias, ahoga la sed de ausencia en la esperanza de no perderte, se ven mis ojos, en tu reflejo ardiente, en el cotidiano ir y venir como el paso de las manecillas del reloj, que son infatigables suspiros de placer.
Desatinado besar de la frescura que me regalas, en esta tarde, con la luna de almohada, revelo el pretender ser algo, que cause una necesidad, que sea mi ausencia la que te pese, no mi demencia de no verte en las noches que me oculto, tras el manto oscuro estrellado.
Mar de grandes almas, que revolotean en el hambriento pecado del placer, deja sentir ese sudor sobre mi pecho conteniendo tus mejillas, deja sentirte, regalándome ese roció de noches, y esa frescura que late en el viento de verano, mar de lagrimas y risas.
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