Ella miraba la playa, como para alimentarse del agua salobre y dejar atrás esos momentos vividos.
Quiso acercarse, impregnarse sus partes íntimas, su vagina, sus piernas, con el agua milagrosa del mar, para lavar las impurezas, de aquellos que expulsaron su semen en ella, de los bastardos que la habían violado.
Los organizadores de la fiesta estaban probando nuevas drogas, con el apoyo económico de un laboratorio internacional, para introducirlas en el mercado, para la recreación y evitar el sufrimiento. Decían que no tenían efectos secundarios.
Quizás en un escaso porcentaje producirían efectos, aun no bien estudiados.
Empezaron con una ronda de tragos, luego siguieron con marihuana, luego con más drogas, y estaba tan alcoholizados, que ni siquiera supieron lo que ocurrió después.
Fue un descontrol total. Las mujeres fueron maltratadas, vapuleadas, y violadas, por todos los invitados a la fiesta.
Todos en su conjunto evidenciaron fallas en su comportamiento social.
Eso no estaba en los planes de ninguno de los sujetos que habían acudido a ese lugar.
Dicen que eran como una manada.
Estuvieron inconscientes por horas, tirados, vomitando…
Un festín para los sentidos, sin frenos inhibitorios.
Cuando llegaron los investigadores, ya todo había terminado.
La única que quedaba se dirigió al mar y nunca más la vieron aparecer.
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