Se levanta, responde que sí. Se baña y se pone camino al lugar de trabajo. Se preocupa, sonríe, y le dice a los clientes no lo que piensa, sino lo que quieren oír. Los clientes a su vez continúan el juego y se ríen de su chiste estúpido y afirman lo importante que resulta su proyecto.
Camina calle abajo, ingresa un mensaje a su celular, es de un grupo de amigos: no quieren quedar mal, deben fingir interés en la reunión del fin de semana pospuesta 5 veces por una mezcla de pereza y ego.
Es momento del fin de semana. Se sienta en el café de la esquina viendo cómo las personas hablan del tema del momento sin tener un carajo de idea de lo que realmente ocurrió o de su importancia además de estar sesgados en su visión por su nivel de vida. Por todas partes se observa humanización de pobres animales para romper con la soledad que ataca a sus dueños. Padres con alegría disfrutando las entonaciones de sus hijos, a medida que despliegan todo su arsenal de movimientos caóticos. Jóvenes adultos que fabrican sus propias relaciones tormentosas para no aburrirse. Adultos actuando como niños y niños actuando como adultos.

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