La plaza del pueblo ya no es la de antes, ni sus tardes-noches de verano son las mismas. Es lo que reflexiona Isabel, asomada a la ventana de su casa de toda la vida – a una cuadra de la plaza- mientras siente el perfume suave y crepuscular de los don diego de la noche.
En su juventud, ella y sus amigas acostumbraban pasear por las calles tranquilas que circundan la plaza de armas. El recorrido era más o menos el mismo todos los días y la gracia era cruzarse y coquetear con el grupos de chiquillos que , por su parte, hacían el mismo circuito pero en sentido contrario. A veces, cuando sus padres estaban de pago – la mayoría trabajadores de la fábrica local- las chicas pasaban por la fuente de soda a tomar refrescos y escuchar los hits de Luis Dimas, Danny Chilean o Cecilia. Aquella música descomplicada les producía un sentimiento citadino que las hacía sentir coraje y deseos de salir al mundo, algún día.
Isabel, desde su ventana y con la nostalgia viva por el aroma floral, se aflige al pensar cómo la otrora pintoresca y particular plaza de su pueblo es ahora una de tantas, con la identidad disuelta por la estandarización urbana, remodelada a petición de nadie y a conveniencia de las autoridades de turno. Siente pena de cómo potentes focos vuelven día la noche y redundantes guirnaldas de luces estrangulan los añosos troncos de tilos y palmeras. No entiende y lamenta cómo un enorme parlante vomita cacofonías hasta altas horas de la noche, perturbando con insolencia el sueño de vecinos ,aves y otras pequeñas pero no menos importantes criaturas de Dios.
Se pregunta si sus vecinas comparten este sentimiento de malestar y pérdida, si extrañan del mismo modo la luz tenue de los faroles plagados de polillas pululantes o los veranos en que la única música que se oía en la calle era el eco de la rocola de la fuente de soda o si, al igual que ella, se sienten demasiado solas al asomarse por la ventana y recordar lo que fue, y lo que no.
La noche es fresca y agradable, a pesar del bullicio de la calle siguiente. Isabel aspira una vez más los efluvios del jardín y antes de irse a dormir se propone a sí misma retomar los vínculos con sus antiguas amigas del barrio. Les propondrá hacer una recopilación de fotos juventud y reunirse a escuchar los vinilos de la Nueva Ola. Tal vez un malón, si da el ánimo , y tal vez elaborar un plan para hacer desaparecer el parlante infernal, si da el valor.
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