Creer o no
Creer o no creer, he ahí la cuestión
Parodiando a Shakespeare
Hola amigos:
La historia que voy a narrarles es acerca de mi amigo “El cacarizo”, éste de chico tuvo varicela y quedaron algunas marcas en su rostro. Sin embargo, él decía que por guapo las damas a base de chupetones se las hicieron.
Lo conocí en el pecado, buscaba una mujer que calmara mis ansias de sexo a mis 18 años. El cacarizo era entonces el padrote o rufián de más abolengo, me consiguió una damisela joven y me dijo: “trátala con cariño que es casi virgen”. En realidad, el que era virgen era yo. No se me olvida el maravilloso trabajo que me hizo la dama.
Hicimos una buena amistad el gigolo y yo, a él le daba por pláticas filosóficas, se declaraba ateo y estaba orgulloso de su quehacer encargándose de manejar a varias bellas hetairas, bueno, algunas no tan bellas.
El tiempo es cruel, lo único que sabe hacer es añadirnos años. Grande fue mi sorpresa cuando en la iglesia (donde mi mujer, por aquello del que dirán, me obligaba a ir), vi a mi amigo que ayudaba al sacerdote oficiante en la misa.
En la célebre cantina “La suerte loca” donde lo llevé a tomar la copa me dijo: “te preguntarás porque soy católico a ultranza. Te contaré que de joven mi orgullo era mi potencia sexual y satisfacer a las damas, pero la vejez es triste para los padrotes, se acaba el negocio. Terminé trabajando en un burdel de mala muerte, donde un cliente borracho me dio un navajazo en el abdomen”.
Se quedó callado recordando sus vivencias y continuo: “Me llevaron a operar, pero, se complicó mi estado con una peritonitis. ¡Ay Dios! Estuve varios días en terapia intensiva. Agradezco a los médicos sus atenciones. ¿Pero sabes con que mejoré? Una antigua “prosti” que yo manejaba me llevó a escondidas agua bendita y un crucifijo. Santo remedio, desde entonces soy creyente".
"Si ya no ejerces tu antigua profesión, ¿de que vives?" Le pregunté.
“Bueno, me contestó. Un viejo no puede ejercer de padrote, la juventud se va y con eso las damas ya no te hacen caso. La dama del agua bendita, aunque, ya vieja, de su antiguo trabajo ahorró y puso una miscelánea en una colonia popular y me llevó a que administrara la tienda. Realmente para que le sirviera de gato”. Acabo de decirme con tristeza.
"¿Y la ayuda en la iglesia, desde cuándo?"
De inmediato me contestó, “desde que por un pelo me moría, además el sacerdote me ha dicho que los que se portan bien van al cielo”
“¿Por eso eres creyente?” le cuestioné.
“Sí. Además, me dijo que los que no se portan bien van al infierno. Esa es mi esperanza".
"¿Esperanza?"
“De que cuando abanique la vieja, dueña del negocio, se vaya derechito al averno, por cabrona”.
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