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Un cuarto mínimo en donde cuelgan dos estampas desteñidas de un esqueleto humano y del sistema digestivo y dos agujeros que podrían ser el rastro de otras imágenes colgadas. Una mujer de blanco y la otra vestida con lo mejor que encontró. Una es doctora y la otra, una mujer de edad madura casi desplomada sobre la silla.

¿De qué se está muriendo usted? pregunta la doctora.
La paciente, la contempla sobre sus oscuras ojeras. Me muero de pobreza, me duele el alma, estoy casi segura que ya fallecí y todavía no me doy cuenta.

Doctora.- De acuerdo a mis instrumentos, su corazón late aún vigoroso y mi intuición, que vaya que sí le creo, la declara a usted irremediablemente viva.

Paciente.- Si es así, y según usted, estoy viva, respiro, puedo subir a un microbús e ir atisbando por la ventanilla como la vida fluye y ver a tanta gente feliz, tanta gente preocupada por vivir cada uno de los minutos que les marca el reloj, insuflándoselos en sus venas y creándose una fantasía rítmica que le da estampa a cada ser que transita raudo por las calles de esta ciudad. Pero ese protagonismo es de ellos, siendo yo no más que la brisa que le pone ecos a todas esas risas y a todo ese destello que más que eso es más bien un espejismo.

Doctora.- Yo pregunto de qué se está muriendo usted, así como yo muero cada noche sobresaltada y es como si los casi fantasmas del día me endosaran sus corazones yertos y sus siluetas mínimas y es el goteo de la miseria, de la mansedumbre, son sus muecas ante lo determinista de la existencia lo que le pone freno a mi descanso y me paso las noches en vela, aguardando la opaca luz de la aurora. Y acudo cada jornada a la cita fatal con cada uno de estos personajes humildes que casi me imaginan como una deidad, necesitando yo tanto o más de lo poco que tienen ellos.

Paciente.- Ayer vi pasar a tres cadáveres que imitaban ir sonriendo. De seguro, se escaparon de sus catafalcos para dirigirse hacia una cantina. Allí van casi todos los hombres a corregir entuertos y después, abotagados por el licor, ya presumen de haberse quitado el traje mustio del obrero para sentirse de una buena vez como paladines de la justicia, y se imaginan que son ellos mismos esos personajes con grandes poderes que abaten a manotazos los dolores de su existencia. Y los cadáveres vuelven una y otra vez a esos recintos donde se sienten libres. Muertos, si, vencidos nunca.

Doctora.- La Luna me ha contado en mis noches de insomnio que en la inmensa vastedad escucha los latidos de mi corazón y que se sobresalta ante lo que ella llama la fatiga de un espíritu herido. Y he llorado desconsolada ante esta amiga antigua, esta amiga vieja que está sujeta al cielo como un prendedor de plata. Y me consuela con una sonrisa de mares ocultos y seca mis lágrimas, ofreciéndome largas lenguas de lava de miel.

Paciente.- Ayer no tenía que darles de comer a mis cuatro niños. Y para engañarles sus tripas vacías, les preparé una melcocha de harina sobre la que se me resbalaron las penas. Y los chicos se las tragaron y digirieron mi desdicha como un sabor cotidiano y ahora estoy seca, muerta, como le dije, porque ese pan que les preparé tenía sabor a una larga jornada de miserias. Y hoy, mis chiquillos cantan inspirados por esas dolorosas cuitas que tiene mi vida y las entonan con una voz que se les quiebra como si tuviesen espejos en la garganta y parece un cante jondo o algo así, porque la gente les ha hecho rueda para escucharlos y les han arrojado azucenas, congraciados con ese arte que no es otra cosa que la factura del alma de los pobres.

Doctora.- ¿Sabe usted lo que significa resiliencia?

Paciente.- Sí, es la materia de cada uno de nuestros días, es ese desgañitar desolado que se transforma en canto para deleitar el alma de los demás y tras ese impulso que sirve para saltar montañas y salpimentar el día que viene con nuevas auroras, volver a suspirar y hacerle guiños a la existencia.

Doctora.- Nada más puedo hacer. Batallemos y muramos cada día mientras las altas cumbres continúan enalteciendo sus propios tormentos. ¿Alguien vive en realidad o sólo somos los espejos en los que se reflejan los placeres y el sufrimiento de antiguos espectros?












Texto agregado el 05-02-2020, y leído por 214 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
06-02-2020 Un reflejo social actual; con tintes negros tan necesarios a la hora de vernos al espejo. Muy bien. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
06-02-2020 Me cuesta entender a las personas pesimistas (tengo una tendencia al optimismo que ni te digo) Entonces yo doctora, dos bofetadas y para la casa. Volviendo a tu relato, es precioso. Las metáforas que encierra, el lenguaje de los personajes, de excelencia. Felicitaciones! Un abrazo, sheisan
06-02-2020 Cada uno de los protagonistas de este diálogo, trata de imponer su verdad, ninguno logra ser ganador, ambos ya perdieron el tren antes de empezar. Tu originalidad es digna de aplauso. Dejo los merecidos ¡DOUZE POINTS! Shalom amigazo Abunayelma
06-02-2020 Interesante dialogo de enfermo y su posible sanador. Todo me parece que se resume en este verso: //Batallemos y muramos cada día mientras las altas cumbres continúan enalteciendo sus propios tormentos. ¿Alguien vive en realidad o sólo somos los espejos en los que se reflejan los placeres y el sufrimiento de antiguos espectros?//***** Como siempre ,como se dice acá: Eres seco Guidos. Beso Victoria 6236013
05-02-2020 Vivimos en realidad. En la dulce armonía del océano de instantes. Algunos buenos y otros maravilloso. Cada día un obsequio y una aventura. Auuuuuu Steve
05-02-2020 —Interesante, muy interesante. Visiones de la vida de quien la sufre y de quien la cura, ambas visiones concluyen que la vida no es otra cosa más que morir un poco cada día, aunque sea con visiones diferentes. —Saludos pensando en la vida y en la muerte. vicenterreramarquez
05-02-2020 Desoladoramente interesante, pero la que presentaba un cuadro más grave era la doctora, la paciente lo tenía asumido. Me ha gustado ELISATAB
 
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