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Cuento


En la línea 5 del Metro de Santaiago.


Me encuentro capeando el calor, tomando una bebida gaseosa, sentado bajo la sombra de un frondoso árbol de la plaza de Armas de Santiago. A las cinco me esperan en la estación Bellavísta del Metro, en el celular, las cuatro y cuarto. Creo que es buena hora para tomar el metro por lo tanto bajo a la estación para abordar el tren. A esa hora viaja poca gente, me siento y me entretengo mirando la publicidad que hay en la parte alta de los coches.

Próxima estación, Bellas Artes, suben varias personas: una señora con un niño, que se sientan frente a mí; un señor, con apariencia de músico pues lleva un violín; dos o tres estudiantes secundarios con grandes mochilas que se sientan en el piso y dos jóvenes muchachas de unos veintidós o veintitrés años, que supuse serían estudiantes de alguna rama del arte.

Si bien es cierto ambas eran lindas, me impresionó sobremanera, la más alta. De un hermoso y bien distribuido cuerpo repartido en más o menos un metro setenta y cinco o más de estatura, delgada, morena, pelo liso medianamente largo, ojos grandes bellísimos, una sonrisa perfecta dibujada en carnosos labios, nariz pequeña y respingada, es decir, un todo armónico como a mí me gusta. Ellas no se sentaron, sabiendo que impresionaban prefirieron mostrarnos a los varones del coche, toda la extensión de su hermosura. Estaban como a cinco metros de donde yo me encontraba, sentado al lado de la ventanilla.

En Baquedano subió una gran cantidad de gente, prácticamente se llenó el carro. Tuve que sentarme en el asiento del pasillo, antes de que lo ocuparan, para no perder verlas, mejor dicho verla. No podía dejar de mirarla, realmente era una belleza que me cautivó de forma tal que no podía quitar mi vista del mapa de su figura.

En Parque Bustamante ya me sentía tontamente seducido, en Santa Isabel locamente enamorado. A medida que el tren avanzaba e iba bajando gente, tenía yo mejor visión de ellas, mejor dicho, de ella. Iba vestida con una falda corta que dejaba ver sus largas y bien torneadas piernas, zapatos de taco regular, que le daban prestancia a su talle, una blusa semitransparente de color claro que traslucía dejando ver la forma de su sostén, la blusa tentadoramente desabrochada dejaba a la imaginación el excitante valle entre sus....
—¡ Ayayay que mujer más hermosa!.

Entre Irarrázaval y Ñuble el deseo incontenible, se apoderó de mí. Se habían acercado un poco más hacia donde yo estaba, podía oír su conversación lo que agregó aún más elementos a su armonía, una voz dulce y una risa clara y cristalina.
Por lo que hablaban supe que eran estudiantes de teatro, pensé que yo también debiera aprovechar mi tiempo estudiando lo mismo, en la misma academia que ellas y no estar haciendo un latoso curso de literatura.

Casi no noté las detenciones en Rodrigo de Araya y Carlos Valdovinos trastornado por la pasión.
En un momento nuestras miradas se cruzaron, algo le dijo al oído a su compañera, ambas me miraron y sonrieron, yo como avergonzado miré para otro lado, como si no les prestara atención, no sé si avergonzado o como una técnica de conquistar con la indiferencia.

En Camino Agrícola mis pensamientos eran de amor, deseo, pasión y hasta lujuria, esa mujer me tenía trastornado.

La compañera se bajó en la estación San Joaquín, ella con la vista buscó donde sentarse. En la misma estación bajó la señora con el niño que venía frente a mí. Allí se sentó ella.
Ahora sí que sentí algo como vergüenza o incomodidad, al pensar que ella podría haberse dado cuenta de mis insistentes miradas o tal vez esa maldita timidez a las mujeres bellas, que nunca he podido vencer a pesar de mis dotes de, según yo, gran conquistador.

Ahora la observé mejor, pues estaba ahí, a la vista de mis manos y al alcance de mis ojos, tan cerca estaba que mis pensamientos se enredaban. Aprovechaba los momentos que ella miraba para otro lado para llenar mi vista de su hermosura. Realmente era linda, sus ojos eran del color de la miel, su piel aterciopelada porcelana, sus labios fruta madura, su pelo cálido anochecer, y su aroma:
—¡Aaaaah su aroma!, embrujo, embrujo de pasión.

Ya en Pedrero pensé: tengo que abordarla, tengo que hablarle, saber cómo se llama, dónde vive, qué estudia, qué piensa de la vida. Tengo que preguntarle si cree en el amor a primera vista. Tengo que decirle que me enamoré perdidamente en cuanto la vi.

—Sí. Tengo que hablarle antes que termine el viaje… ahora le hablo.
Voy a decir algo, decidido me enfundo en valentía, pero en ese momento ella me mira…
¡Qué bella mirada!
Tan bella que hizo que mis ojos se desviaran y mis labios se sellaran.

Pasado Mirador, ya casi al final del recorrido pensé: ya que hoy no pudo ser, trataré mañana, ya que en la conversación con su compañera escuché que salían toda la semana a la misma hora, así que mañana en Bellas Artes la esperaré.

Estación terminal Bellavísta todos los pasajeros deben descender, anuncia el conductor, trato de seguirla en la multitud, allí la veo subiendo las escaleras, quedo sin aliento,

—¡Qué belleza! ¡Cómo sube esas escaleras! ¡Cómo se mueven las gradas!
Mañana seguro que la vuelvo a ver. Prometo que mañana le declaro mi amor.

En el mar humano de la estación la busqué ansioso con la mirada y aunque por su estatura tendría que verse, no la encontré, se esfumó en la multitud.

Miré el reloj, las cinco de la tarde, a esa hora me esperaban, empinándome afirmado en mi bastón, en mi casi metro setenta y cinco… busqué con mis ojos aún obnubilados.
Allí estaban: mi hija y mi nieta mayor con su pequeño hijo de cinco años, el cual corrió hacia mí gritando:

—¡¡¡Hoooola abueliiiitooo!!!
Me habían invitado a su casa para celebrar mi cumpleaños número setenta y… tantos… casi… pisando los…




Estaciones de la Línea 5 del metro de Santiago de Chile mencionadas de acuerdo a la secuencia del viaje: Plaza de Armas – Bellas Artes – Baquedano – Parque Bustamante – Santa Isabel – Irarrázaval – Ñuble – Rodrigo de Araya – Carlos Valdovinos – Camino Agrícola – San Joaquín – Pedrero – Mirador – Bellavista de La Florida.


Incluido en libro: Cuentos al viento
©Derechos Reservados.

Texto agregado el 05-02-2020, y leído por 313 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
18-08-2022 Buen texto amigo. Me recordó algunas cavilaciones de "El Túnel" de Ernesto Sabato. Saludos. Nazareo_Mellado
29-02-2020 Encantador tu sueño, creo que doloroso despertar. Van mis5* yosoyasi
24-02-2020 ¡A mi también me encanto! ¡Abuelito! Martilu
12-02-2020 Sabemos olvidar que los años nos dejan sin posibilidades de sentir y hacer, al encontrarse con la realidad es un choque a la conciencia, no deja de ser hermoso sentir esa sensación aun cuando nos esta prohibido, hermoso relato. Comentaste mi último escrito, y si parece la balada de un loco, en este caso de una loca que sufrió un infarto, y pudo seguir su ruta.***** Abrazo Lagunita
08-02-2020 Pareciera que le llevaras cerca de 50 años, la próxima vez, si así sucede, trata de verla major como a una hija...la gente habla. Muy buen relato. za-lac-fay33
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