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Tus suaves manos ya no están para tocar mi rostro.
Hoy me rindo a la tibieza adoptiva de una almohada.
Agita la brisa fresca el visillo que reemplaza tu caricia,
deslizándose cariñosa sobre la agrietada piel olvidada.
Envuelto en sábanas perfumadas de lejana infancia
yace mi sueño de niño tendido con el alma acurrucada.


Hoy renuncia el alma a infringirse más dolor,
con un goteo persistente hipnotiza a la razón
para arrojar del pensamiento la pena muerta.
Empuja más profundo hacia la oculta emoción
el recuerdo doloroso en dirección a la puerta
que dará paso a una placentera construcción.


Hoy te siento en el roce de un estropajo mojado,
que limpia la tierra y quita la sequedad del barro,
que calma la sed, que me quedó de tu cuidado.
Hoy mi alma desnuda de niño viejo te reclama,
la necesidad de caricias de un lejano pasado,
que nunca llegaron, aquellas que me faltaron.


Hoy sonrío por tantas conversaciones vacías,
inundadas de gestos, ausentes de palabras.
Hoy los recuerdos son de estrecha cercanía,
en palabras acalladas que saben a susurros.
Hoy me esconderé tras tu falda del mundo
para tomarme el tiempo de sentir tu mano.


Escucho tus pasos. Huyo de tu andar cansino.
Corro tras el mueble, para de tu mirada esconderme
y en un acto de magia sorprendente sorprenderte.
Quiero escuchar tu voz de dulce madre nombrarme,
y robar de tu mudo dolor una encantadora sonrisa,
con el repetido y aburrido juego de viejo alegrarme.


El recuerdo de tu voz enciende ese cosquilleo
que escala inquieto por la encorvada espalda,
en apresurado viaje hasta el sueño dormido,
para construir ese mágico nido de la nada,
que desvanece de mis húmedos ojos el rocío
con la cálida luz de un bello sueño de hadas.


Hoy estas tu en todas estas cosas.
Tu voz rebotando entre tantas risas.
Tu aroma de flor entre tantas rosas.
Tus ojos azules en el azul del cielo.
Y en la brisa fresca tu sentir delicado,
bosquejo suave de tu rostro iluminado
por ese inagotable amor dedicado.


Tus ojos ya no quieren mirar más el cielo.
Hoy tus azules ojos se clavan en los míos,
resuenan en mí tan fuerte como el trueno
de una interminable noche de tormentas.
Con el alivio de sentirme yo ante tus ojos
Con el alivio de sentirme tu hijo amado
Con el alivio de la fresca y refrescante brisa
que calma la fiebre en una noche de verano.


Adorable composición fragmentada
que se hace movimientos de felicidad.
Y en la compulsión de hacerte única
te hago perfecta a fuerza de voluntad.
¿A dónde huye la destrozada realidad
cuando el dormido secreto es velado?
Déjenme seguir durmiendo acurrucado
para sentirme una vez más amado.

Texto agregado el 30-01-2020, y leído por 231 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
04-02-2020 Una flor en tus ojos, un amor de hijo que no olvida, y da forma al amor que nos acaricia con sus ojos azules, precioso, gracias por tu paso a mis letras.***** Abrazo Lagunita
03-02-2020 Me llegó profundamente tu poema.Me he emocionado,mas hoy que es un día especial para mi. Todo lo que dices me hace eco,es como que todo saliera de lo mas profundo de mi. //Hoy, mi alma desnuda de niño viejo te reclama, la necesidad de caricias de un lejano pasado, que nunca llegaron, aquellas que me faltaron.// Un abrazo grande Victoria 6236013
02-02-2020 se ve ordenadito, peinadito, invitando a ser leído. y sí, se deja leer, gusta. kamel
31-01-2020 Bella rememoranza. Clorinda
30-01-2020 La madre nos brinda ese refugio incondicional. Empaparse de los recuerdos ayuda a palear su carencia. Un abrazo, sheisan
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