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La conocí por pura casualidad, fui arrastrado hasta ella; mis amigos me convencieron de que necesitaba vacaciones y a la fuerza, como quien arranca un árbol de raíz, me sacaron de la habitación, armaron un rudimentario equipaje y juntos subimos a un autobús. Durante todo el trayecto no dejaba de mirar la pantalla de mi teléfono móvil, ni siquiera pude disfrutar del paisaje, no había tenido el valor de cambiar el tapiz y ahí estaba ella, la fatal, dándome un beso mientras guiñaba un ojo y yo con cara de estúpido, me sentía el hombre más feliz del mundo. Con esta perturbadora imagen me quedé dormido.
-Loco, loco, ya llegamos, Leandro despierta- Abner me quitó la gorra de la cara y tomó mi equipaje.
Eran cerca de las dos de la tarde y como ya habíamos comido en el parador, decidimos, una vez instalados en la casita que hacía de hotel, salir a conocer el pueblo. Unas dos horas fueron suficientes para recorrerlo completo, calles limpias, un par de parques y muchos negocios de perdición, podíamos hacernos una idea de cómo serían las noches por allí. Pero asumo que ese era el plan, hacerme olvidar a Santo Domingo y a esa hija de su mamá.
Al concluir el paseo fue cuando la vimos, Augusto fue el primero en darse cuenta y enseguida me golpeó con el codo para que también la viera, reposaba quieta y serena, sólo de verla sentí nostalgia y sugerí que lo mejor sería volver al hotelito, ya tendríamos tiempo de acercarnos a ella.
Dejé a mis amigos en la piscina, y decidí volver allí, a donde la habíamos visto, no fue necesario preguntar su nombre: estaba escrito. Alicia. Ella podía ser Alicia y lo era, sin maravillas, para mí era perfecta. No hizo falta decir o preguntar algo, simplemente entré y disfruté de todo lo que ella me ofrecía, sobre todo por lo impecable de su apariencia. Salí extasiado, preparado para conocer la vida nocturna de aquel pueblo.
Los muchachos ya estaban listos, no hicieron preguntas, esperaron que me cambiara de ropa y salimos a cazar aventuras que es lo que debe hacerse cuando se está lejos de casa: aprovechar cada segundo, vivir el momento de verdad, verdad. Éramos tres muñecos llegados no de parís, de la capital, a este pequeño pueblo del Cibao y había que sacar el jugo a aquel viaje. Amigos desde la secundaria, nos hacíamos llamar los ALA por la combinación de nuestras iniciales, la mía estaba en el medio, porque así es como sonaba mejor pero además porque yo representaba el punto medio, Augusto callado y tímido, Abner, enérgico y extrovertido. Y los ALA, entramos a un lugar llamado “El último trago”, un paso hacia el interior era un paso a otro universo, lleno de colores y olores extraños, todas las miradas se volcaron y nos inspeccionaron como estudian los gatos a los insectos antes de empezar a juguetear con ellos. Mientras Augusto conseguía una mesa, Abner se llevaba una morena a la pista y yo pedí mi primer trago, sonaba Teodoro Reyes: Vuelve Mami con tu Papá.
Empecé a ver borroso, el alcohol me estaba haciendo daño, era eso o ya había empezado a llorar otra vez por la ingrata. No supe cómo pasó pero amanecí cerca de ella, de Alicia, era más hermosa en las mañanas, el azul de su mirada se hacía más penetrante con la luz del sol y no pude resistirme a acercarme. Entonces descubrí que mis amigos estaban también allí, envueltos en su calidez. Quise sentir celos pero no me atreví, entendí que por más que la quisiera para mí, siempre tendría que compartirla. Me dejé embriagar, con resaca y todo me sumergí en su encanto. Sentí que lo más fascinante de aquel lugar era ella, así que después de almorzar, volví; quisiera haber tenido la oportunidad de volver unas mil veces, nunca era suficiente el tiempo con ella, su serenidad me contagiaba, podía olvidar momentáneamente aflicciones del pasado.
El domingo llegó muy rápido, no podía creer que ya debía irme, abandonarla de aquella manera, sabía que ella siempre estaría allí, esperándome, pero no importaba, la necesitaba, era en ella ahora en quien hallaba mi paz. Volví a Santo Domingo, pero no era el mismo, me sentía vacío; así que me vi, un miércoles en la mañana, sentado en la oficina del gerente entregando mi carta de renuncia. Dejé a todos sorprendidos incluso a los miembros del ALA cuando declaré que me volvía al pueblo, pero esta vez para quedarme, ya no podía concebir mi vida sin Alicia.
Mi pie derecho fue el primero en tocar tierra, descendí del autobús, volví al mismo hotel; eso mientras me hacía de un pequeño aparta estudio y de un trabajo. Solté mi equipaje sobre la cama y corrí como poseído, llegué hasta la entrada y me desnudé, no había nadie alrededor, paso a paso me fui aproximando y cuando estuve lo bastante cerca, empecé a penetrar hasta sumergirme totalmente en las cálidas aguas de Alicia: la playa más hermosa que había visto jamás.

Texto agregado el 29-01-2020, y leído por 34 visitantes. (0 votos)


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