Al celebrarse el Rosh Hashaná, (*) llegué a la casa de Jethro en forma de manzana.
No sé por qué motivo no había sido consumida y me hallaba bajo un olivar muerta de miedo y de frío.
Empezó pronto a calar la humedad de la noche, agrietándose mi piel; no obstante que un poco de miel que me había rozado en el fragor de la festividad, adentraba calorías a mi cuerpo.
Acurrucándome entre la yesca y juncos me acomodé lo mejor que pude.
En la oscuridad de la noche, una hormiga intentó ingresar a mi recinto.
Apretó sus mandíbulas en forma dolorosa, dañándome con un mínimo pero intenso mordisco.
El hincón de su voracidad, hizo que se constriñera mi cáscara y la reacción instintiva hizo que más fuerte me pusiera.
Pronto vinieron dos hormigas más y se sumaron en un instante casi un ejército de esos organismos monstruosos.
Nadie me salvaría de esa agresión salvaje por muy acurrucada y aparentemente escondida estuviera.
Las hojas a mi alrededor presenciaban mi angustia y hasta el mismo árbol no podía contener la indignación por el ataque sangriento y tan des uniforme.
Trataban de cargarme en peso entre infinidad de saetas, agujas, variedad de colmillos, un líquido acuoso penetró con sus picotazos.
Impávida y casi esperando mi final, cerré los ojos y me dispuse a la rendición elevando una súplica rogando que no sea muy doloroso.
Cuando de pronto, como cosa del cielo, dos, tres, cinco, diez señoritas verdes caían de arriba. Un viento remecía las ramas del árbol y caían cientos de aceitunas alrededor mío; al caer cada una y al mismo tiempo la reacción de su caída empujaba mi peso, más el viento alzando las hojas, me levantó mucho más rápido que esos pequeños monstruitos a varias metros adelante.
¡Oh cesaron algunos hincones, pero varios monstruos habían rodado conmigo y aún los tenía encima!
Como un milagro empezó a llover, estaba herida, pero no mortal.
Desesperada pero con mis fuerzas al máximo conseguí rodar hasta situarme cercana a las faldas de una preciosa niña…me tomó entre sus manitas, trató de limpiar mi cuerpo, sentí una agradable sensación de bienestar, si, aquella limpieza era más bien caricias, no supe ni pude agradecerle ese acto de bondad, que sólo niños saben regalar.
En ese momento, llegué a escuchar que toda su familia, brindaba con suma alegría, el Mesik (**) había finalizado, centenares de aceitunas descansaban sobre las mantas esparcidas alrededor de decenas de olivos, esperaban ser recogidas en grandes canastos.
Mi amiguita, no quiso perderme y fui guardada en un pequeño bolsito que colgaba de su hombro.
Por fin llegó mi descanso. Estaba obscuro y…creo que me dormí.
Ya en la calidez del bolsillo y momentáneamente a buen resguardo, me desperecé sin sobresaltos, más confiada y sin querer vino la meditación a mí.
¡Qué rara era la vida! No hacía mucho había estado a punto de sucumbir en una muerte horrible, al sentir las fauces horribles de esos monstruos; y, ahora me hallaba bastante cómoda y protegida.
Todo es cuestión de breve tiempo. La vida está llena de momentos; bien hice en no desesperarme y confiar que todo sería un mal rato y atiné únicamente a rezar para que ese momento no fuera tan cruel... ¡Oh qué cosas las que suceden!
Aunque pareciera mentira, conservé la calma, no desesperé.
¡Esos monstruos eran tenazmente crueles y horribles! Ah, pero ellos laceraban por mi pulpa, por mi esencia que era agradable, sabrosa. Les servía para su prolongación de vida; estaba yo, aun muriendo dando una ofrenda.
Y bueno si, vine a servir, vine a dar, no vine a esta mundo para aprovechar, ni para pelear. ¡Oh igual al hombre!, donde hay muchos que destruyen a otros inmisericordemente porque quieren algo que uno tiene y el otro quiere.
¿Será envidia, será limitación o será únicamente instinto? Pensándolo bien, ¿debiera guardarles rencor? ¡¡No, eso no procedería, la esencia de cada uno es, como es!!
Solo alejarme de aquellos monstruos. Y si analizamos bien, ahora me doy cuenta que fui importante para ellos, aun dentro de su voracidad, querían algo que yo tenía. ¡¡Vaya forma tan ruin de arrancármelo!!
Imbuida en mis reflexiones, escuché el Shofár (***), que llamaba a la introspección ¡Qué preciso! Justo cuando estaba yo en mi meditación.
Inmediatamente sentí que mi "amita" corría y me sacudía dentro de su bolsillo. Con el movimiento, se aceleró mi corazón y algunas semillas cayeron por un agujero que había en el bolsillo de mi niña.
Se ubicó en la mesa de la festividad… todos alegres y contentos, un nuevo año llegaba, el júbilo se contagiaba de grandes a chicos, y yo allí en mi cálido refugio, no dejaba de pensar en mi propia alegría, el de haber diseminado mis frescas semillas que con el correr de los días se convertirían en hermosos manzanos.
|||**|||
(*)Año Nuevo judío
(**)Época de recolección de aceitunas
(***)Instrumento de viento litúrgico judío, hecho de cuerno de carnero puro.
|||||||||||
Autores
María Beatriz Vicentelo Cayo (Perú)
Beto Brom (Israel)
**********
*Registrado/Safecreative N°1801165402529
|