De repente, me siento como si fuera otro, como si yo no fuera yo. Eso me angustia, porque si yo no soy yo, ¿quién soy entonces?, ¿a dónde me he ido?... Decido salir de casa, desde la puerta le grito a Rosana que en un rato regreso, que no tardo; en realidad, lo que quiero es salir a caminar para tratar de encontrarme; pero ¿seré capaz de regresar siendo yo mismo, o siendo el otro?
Camino mucho; después de dar un largo paseo por las calles, regreso a casa. Toco el timbre de la puerta; luego de algunos segundos, abre Rosana. Pregunto por mí.
- ¿Está Marcos?
Mi voz suena diferente a la acostumbrada, esa voz no es mi voz..
Ansío que Rosana me diga que me deje de tonterías, que soy yo.
Parece que no me reconoce, que no sabe quién soy.
- Mi esposo no está ahora-, dice- ha salido, pero no tarda en regresar.
Estoy a punto de pedirle que si puedo esperarlo (esperarme). Me contengo y comento que regreso más tarde, que es muy importante que hable con él (conmigo).
Me voy, doy otro largo rodeo por las calles del barrio y regreso a casa, fatigado, frustrado.
Nada es diferente; no he encontrado a Marcos (no me he encontrado). Abro la puerta de la casa, con mi propia llave.
- ¡Ya vine!, le grito a Rosana.
- Vino a buscarte alguien,- dice ella saliendo de la cocina.
- ¿Dijo quién era?
- No; pero quedó en regresar. No me agradó su aspecto ni su forma de comportarse; parecía desorientado, ansioso, confuso. ¿Qué tienes que ver con él?
- No se quién sea. ¿Cómo era él?
- Ahora que lo pienso, se parecía algo a ti, pero no era como tú, era un hombre extraño.
Me acerco a Rosana y la beso en los labios; ella me corresponde dulcemente y me dice:
- ¿Pasa algo?
- Nada, no pasa nada; sólo que a ratos siento que me pierdo y que no sé dónde estoy; pero sabes, tu presencia me devuelve la confianza y me ayuda a reencontrarme.
- No te entiendo.
-Yo tampoco me entiendo mucho. ¿Me das otro beso?...
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