Las cosas de la mente, la mente y sus desaciertos, y sus visiones, sus fabulaciones, sus espectros, la montaña del grano de arena, y la arena sin montaña. Así fue, así pasó. Ella, la mente, claro, se montó un rascacielos en La Castellana, se trajo a casa la Cibeles y puso en la portería La Puerta del Sol.
Bueno, no es poco, si bien, bien desilusionante, pero bueno, quitarle toda la montaña al grano de arena y ver ese granito de arena, tan pequeñito pero tan real.
Un grano de arena que enseña a desdramatizar, a desmontar, que enseña a todo lo que comienza por des-. Pero al mismo tiempo limpia la mirada, como si metiéndose en el ojo te sacase un líquido acuoso curativo, y te transportara a lo real sin escenario, a lo real. |