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PUENTE IQUIQUE

La calle Exposición era la paralela a San Vicente, en una de las casas de esa calle vivían el juanano y sus padres además muchos matrimonios que se debatían para usar cada espacio de sus pequeñas casas en las que debían dar cabida a la parvada de hijos que cada pareja tiene, la calle está llena de grandes bodegas, en las que hay de un cuantuay, grandes espacios para alambres para los cercos de púas en los campos, hay algunas bodegas para las frutas, de ellas emana un olor agridulce de la fruta madura, otras más grandes como trigueras o arroceras que por la magnitud de los productos que cargaban o descargaban tenían sus propias líneas para que los vagones pudiesen entrar hasta sus vientres en donde digerirán lo que se estibe o desestive, a ratos aparecían los banderilleros del ferrocarril con sus banderas azul y amarillo, o rojas para asegurar el libre paso de los vagones cargados y detener a la gente previniendo accidentes; mirar a estos trabajadores era bonito y enigmático para el juanano, le llevaba muchos minutos mirar para luego con los géneros de la Juana hacer propias banderas y dirigir imaginarios trenes cargados de los mas variados colores y mercancías, mas de alguna vez de ha llevado un tirón de orejas por usar géneros de alguna clienta, tela que iba a ser una falda, blusa o pantalón y que pronto faltará, por lo que la Juana tendría que inventar algo para justificar la ausencia de tela y pedir a alguna mujer que comprase el pedazo qué faltaba.
La línea férrea corta la ciudad en dos, a la vez se mantenía unidas por puentes, uno de ellos el Puente Iquique, de altura escasa, sostenía con firmes y gruesos pilares, las líneas de acero por donde circulaban los trenes, este puente estaba a escasos cien metros de la casa del pequeño niño, (hoy a 50 años aun está allí mismito, no se ha movido un milímetro) aun existe con la misma oscuridad, con las mismas columnas, pareciera que el tiempo se detuvo sin avanzar en ellos, sólo falta el olor al carboncillo que vuela por las chimeneas de las locomotoras, o el olor de los caballos que tiran las carretelas en las que se llevan las verduras a cualquier parte de la ciudad o de las que sacan el pan de la panadería de la zona para llevarlas a los almacenes de donde es retirado para calmar el hambre en la tarde o desayuno, todo sigue igual, los convoyes con pasajeros o cargas pasaban a horas precisas. El pito de las locomotoras a carbón, eléctricas o diesel despertaban a los trabajadores de las fabricas aledañas, a una hora pasaba el flecha y a otras los cargueros. Pararse bajo el túnel y sentir sobre la cabeza el paso de tanto metal era algo sobrecogedor un poquito terrorífico para el niño, pero a la vez adictivo, era como si el mundo se fuese a derrumbar sobre la cabeza del pequeño juanano (como le llamaban) que frisaba los 4 años, en la oscuridad del puente le brillaban los ojos, el pequeño temblaba con el mismo ritmo que temblaba la tierra, los mayores hacían bromas, junto con el paso del tren en la tarde como a las 5, diariamente pasaba la niña muda y sorda. Muchacha que siempre lleva con una bolsa blanca para comprar pan en la panadería cercana que a esa hora sacaba la hornada de hallullas y marraquetas para las onces de las familias.
La tarde ha avanzado, ya no hay gritos en la Vega Poniente, algún cargador duerme la borrachera en alguna vereda, en las bodegas aún abiertas los locatarios y cargadores juegan naipes, en el interior de las casas muchos moradores despiertan luego de dormir la siesta esperando pase algo del calor veraniego. La madre del juanano manda al niño a lavarse la cara y peinarse, al final terminará ella la tarea, tomará de un ala al niño, le lavará la cara aunque el niño llore y patalee.
“Seora Juanita” alguien grita en la calle a la entrada de la casa.
“¿Que ocurre con tanto grito? Retruca la Juanita
“Déle permiso al juanano para que vaya con nosotros, vamos al parque” Es el mayor de los muchachos quien habla.
“Es muy chico p´a que vaya con ustedes”
“seora Juana, si nosotros lo cuidamos, al juanano no le va a pasar nada con nosotros” “Si lo llevamos p´a que nos cuide la ropa cuando nos bañamos en la laguna y a él no lo dejamos que se bañe”
“Ya, vayan con el negrito, cuidaito con enseñarle maldades al niño, son tan pelusones ustedes que les tengo miedo, pero si lo meten en sus diabluras y me lo acusan o le pasa algo, un par de palos por el lomo le doy a alguno de ustedes”
“¡Juanano vamos!” llama el mayor de todos
“Vamos negrito, vamos al parque p´a bañarnos en la laguna”
“¿Mami, puedo ir?”
“Si, ve, no hagas maldades”
“Yaaaaaaa”
El mayor de todos los del grupo, toma al peque y lo sube a sus hombros y parten rapidito.
“Juanano, ¿Querís ganarte una marraqueta calientita, con queso?” es el mayor que incita al niño.
¿Verdad? Pregunta el aprendiz de bueno de hombre…
“Si… campos p´al puente Iquique y si hacís lo que te digamos, te ganai una marraqueta de la panadería”
“Ya poh”
Un pan recién salido de la boca del horno que cuece el pan con leña es una incitación a lo que sea y el negrito hará lo necesario para ganarse el premio, pero, lo que más quiere es parecerse a los mayores.
Escondido detrás de un pilar, se encuentran los grandotes escondidos y alguno de ellos tiene al pequeño de la mano, una niña va pasando por la vereda del frente, el mayor le habla al oído al juanano, ahí comienza la odisea (horrible broma diría hoy) miran a que no vaya a pasar algún auto o carretela, si no viene nada suelan la mano del pequeño sinvergüenza y este, al no ver nada cruza a la carrera, al llegar al otro lado se va caminando tras la niña, al estar cerca de ella, corre, levanta la falda y le toma una nalga, la niña que es sordo muda huye despavorida, regresa al lado de los grandotes que ríen y con ellos el “negrito” ríe también abriendo los ojos.
Luego de cumplida la hazaña pide que los mayores cumplan con él así que hay que cobrar la deuda...
Sobre los puentes a esa hora comenzaba la preparación de los carros que saldrían por la noche hacia el sur, se oye el martillar sobre hierros, los tiznaos hacen posible que los viajes en ese entonces fuesen normales en lo que se puede llamar en un viaje de mas de medio día.
La Juana se enteraba de las lecciones que recibe su hijito regalón, al regresarlo a sus manos por los grandotes, solo movía su cabeza reprobando las enseñanzas.
Algo mas útil podrían enseñar al negrito, miren los huevones que enseñándole a tocare el culo a la pobre muda.


Texto agregado el 30-09-2004, y leído por 415 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-09-2006 Eras un cabro chico muy re malo, curiche. Gracias por traernos esos aires de infancia.***** kucho
14-06-2006 Jajaja. Belleza y picardía. Buenísimo ***** SorGalim
12-10-2004 Tienes un estilo muy personal, haces poco uso de los puntos. Has descrito bien el cuadro, su atmosfera, su realidad. Me ha gustado mucho. Selkis
11-10-2004 Buenísimo, me gustó mucho, sobre todo los "seora" y "tocare" tan re bien colocaos. libelula
05-10-2004 Como siempre diliciosas tus historias llenas de humanismo. gatelgto
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