Estallan las retamas en el calor intenso en San Martin de Los Andes. Se llama semillar, miles de semillas vuelan por los aires, para depositarse en otros sitios, y así regalarse, donarse y colmar de verdor toda la región.
Es un crujir, como de viento en los oídos.
Mi amiga se llama Rayen que en mapuche significa flor.
Ella es residente y nacida en esta región de Quila Quina, tiene 10 años. Ella se sumerge en el lago Lacar sin aflicción, salta, hace clavados, sin pestañear, eso sí con su salvavidas puesto, mientras la madre la vigila de arriba del mirador, donde hay una vista panorámica que da nauseas de tan bella.
La familia nos ha dado un predio para colocar la casa rodante, por un mes. Un mes soleado, donde se dinamitan las retamas a cada instante, y donde los turistas llegan en las barcazas a solicitar con premura su bebida, su hamburguesa, y su vino.
Rayen, me dice al oído, yo soy “mapuche”. En la familia también está la madre Alida y su mama, Dora Lisa Diaz.
Ella baja de la colina con su bastón y ha cumplido recientemente 88 años, que hemos festejado como corresponde.
Se me acerca me da dos besos, uno en cada mejilla.
Le pregunto si quiere que la acompañe a subir la colina de nuevo. Me dice que sí.
Mientras Alida grita desesperada, “queéee se cayó mi mama”.
“Nooooo, le grito desde arriba. Después te lo explico”.
En este paraíso terrenal también hay conflictos, relaciones incestuosas, y contradicciones.
Una de las cuales me pregunto es: porque la madre de Alada es huinca y Alida es mapuche, Dora me dice yo soy huinca como usted. Trato de entender, pero se me complica. Así que analizo y observo, como una participante más de la atmosfera. Soy una observadora participante, según la materia que debo en la Universidad Nacional de Lujan, Metodología de la Investigación social II.
Mientras escribo esto, arriban más turistas y es hora de llevar mis observaciones colina arriba.
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