Otro texto antiguo más. Éste, de hace ya varios años.
Generalmente escribo por las noches, es cuando más tiempo tengo para hacerlo y la quietud nocturna, permite concentrarme con mayor facilidad en las ideas sobre la que quiero trabajar. Aunque no siempre escribo con alguna idea previa en la cabeza, a veces, me siento ante el papel en blanco y dejo fluir la imaginación; muchas de las ideas y pensamientos que se me van presentando de esta manera, resultan muy interesantes. Cuando era más joven, esta forma de escribir era mi preferida; me sentaba ante el papel sin saber cómo iba a comenzar, sobre qué tema iba a escribir y dónde podría terminar. Hasta hoy, conservo bastantes textos escritos así; he de reconocer que no son muy buenos, pero escribirlos, fue en su momento un placer y una forma de tratar de expresar la visión que entonces, tenía de las cosas.
Las ideas por escribir, no se presentan en un horario determinado, llegan de repente, en cualquier momento, en cualquier hora, en cualquier lugar y situación. Hay que estar muy atentos para atraparlas, porque algunas son tan sutiles que apenas nacidas, se escapan como el agua entre los dedos o como el viento suave entre las hojas de los árboles. Y no regresan, se van y resulta una verdadera suerte si logras atrapar alguna de nuevo. Hay que anotarlas, en un papel, en un cuaderno, en un archivo del ordenador, en la palma de la mano si es preciso para no perderlas, ya después con algo más de tiempo, se verá si puede hacerse algo con ellas o quedan por ahí guardadas hasta que maduren. La idea del Flautista de Hammer´s land, me vino así, de repente, quedó anotada y guardada por espacio de casi seis meses, hasta que maduró y se convirtió en un cuento breve.
Ahora, me gusta escribir con la idea ya bastante desarrollada y lista para quedar escrita; aún así, no siempre salen buenos frutos o escritos brillantes. Esta manera de crear un texto, tiene variantes de cierta dificultad:
a) Existe la idea general del escrito con la mayoría de los detalles; pero una vez realizado, observo que faltan pequeñas cosas de forma o de fondo y hay que trabajar un tanto para corregirlas.
b) Está la idea general del escrito; pero una vez hecho, el texto es tan opaco y le faltan tantas cosas, que hay que trabajar muy duro, para revertir la situación y lograr que lo redactado, quede pasablemente leíble.
c) La idea está completa con todos sus detalles y al escribirla, parece que la estuviera copiando de la página de un libro, por lo fácil y certero que resulta irla plasmando sobre el papel (sería mejor decir, en el ordenador). Ésta sería la situación ideal, que al escribir algo, todo fluyera con facilidad y orden, permitiéndonos transmitir exactamente lo que deseamos decir y de tal forma que no hubiera posibilidad de ser mal interpretados.
Esta última situación es utópica, en todo escrito siempre hay algo oculto o significados ocultos de los cuales sólo el que escribe tiene la clave y el que lee, no alcanza a vislumbrarlos o de plano ni los ve. Con algunos textos que leo, me sucede precisamente lo mismo: las frases, el ritmo, algunos párrafos completos me embelesan, pero no en todo logro penetrar su misterio, me quedo afuera, como un advenedizo al que no le han dado invitación para disfrutar de la fiesta. Y es una sensación horrible quedarse al margen, porque quisiera uno saber qué es lo que está haciendo mal, para no entender plenamente lo que el escritor quiere decir. O a lo mejor el escritor quiere ser oscuro, o el texto es oscuro y ni siquiera el escritor sabe bien a bien qué ha puesto. Quisiera creer que esto último no es cierto, pero sucede.
Todo esto no son más que digresiones y el afán de puntualizar algunas dudas y situaciones que se me presentan al escribir. Sé que cada quién tiene las propias, éstas son algunas de las mías, con las que tengo que lidiar cada vez que escribo. Precisamente la razón de que naciera este pequeño texto, es la desazón que me ha provocado estar jugando simultáneamente con dos o tres ideas que no acaban de cuajar y que ni siquiera sé si finalmente lo harán. He aquí, un resumen de ellas:
1) Un hombre se encuentra todos los días a la misma hora, en una estación del metro, con una bella mujer a la que al principio no le da demasiada importancia, pero en la que finalmente termina por fijarse. Entonces, empieza a observarla en cada encuentro, fijándose en todos los detalles interesantes que ella tiene: sus ojos, su boca, su forma de caminar, su comportamiento, su modo de vestir, hasta que finalmente ella se da cuenta de que con regularidad se encuentra con ese hombre el cual parece observarla con atención. El primer contacto visual, directamente a los ojos, es un caos para el hombre, la ha estado observando tanto y por tanto tiempo que cree estar enamorado de ella. Él desvía la mirada y sabe que continuará observándola. Ella sabe que él continuará observándola. Él sabe, que nunca intentará un acercamiento. Ella intuye que él nunca intentará un acercamiento. Aquellos encuentros diarios, cotidianos, siempre serán un desencuentro. La frase final del hombre podría ser: “Estoy enamorado de esta mujer. Cuando ya no me vea, ¿me olvidará?... Bueno, para olvidarme, tendría primero que conocerme y recordarme”.
2) Un niño de 10 años que asiste a la escuela, jugando durante el descanso, se tropieza, se raspa y sangra una rodilla. Mientras está caído y llora, una maestra joven se le acerca y lo ayuda a levantarse, llevándolo hasta el botiquín de primeros auxilios para curarlo. La habitación está sola y la maestra cura cuidadosamente al niño. El perfume que emana de la joven mujer hace que el niño se sienta nervioso, intimidado y atraído a la vez. La maestra es muy bonita. A partir de aquel momento, el niño se siente perdidamente enamorado de ella; por supuesto, este es un amor imposible, la diferencia de edades en ese momento harán de dicho encuentro, también un desencuentro. El niño es tímido y nunca revelará lo que siente por ella. Ella no ve en el niño más que eso, a un niño y nunca sabrá del bello sentimiento que el pequeño guarda en su corazón. Durante largo tiempo, la sigue observando de lejos. Cuando termina el curso escolar, los padres del niño deciden mudarse y cambiarlo de escuela. Nunca más volverá a ver a la bella maestra. La reflexión final del chico sería: “¿Se olvidará de mí?...Para olvidarme, primero tendría que acordarse...”
3) A Jesús de Nazareth, durante sus años de predicar enseñando el amor al prójimo, lo seguía gran cantidad de gente, incluidas muchas mujeres. Una de esas mujeres que lo seguía con fervor, era María de Magdala, de la cual, en la Biblia, los evangelios hacen múltiples referencias. ¿En qué momento María Magdalena se convierte en una de las mujeres preferidas de Jesús, si no es que en la mujer preferida? Si quizás Jesús, se hubiera enamorado de María Magdalena, ¿en qué momento se da cuenta de ello? Cuando finalmente se sabe enamorado, ¿le habrá dicho claramente a María de Magdala lo que sentía por ella? Él es el hijo de Dios, este amor por María Magdalena, el encuentro entre estos dos seres, es finalmente también un desencuentro. La frase final de Jesús sería: “Cuando me vaya, ¿ella me olvidará?...¿me conoce?...Para olvidarse de mí, tendría primero que acordarse...”
La palabras finales de las 3 ideas, no son de mi invención, Mario Benedetti, las pone en boca de su protagonista cincuentón en “La Tregua”, cuando reflexiona sobre su edad y los 24 años que tiene Laura Avellaneda: “¿Alguna vez Avellaneda se olvidará así de mí? He aquí el misterio: antes de empezar a olvidarse, tiene que acordarse, que empezar a acordarse”.
Hasta aquí. Basta ya de dudas y olvidos.
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