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Son las cinco menos diez de la tarde, hora de levantarme de la siesta. Y eso que me llevo un libro para leer porque no tengo sueño, pero es inútil. Cuando paso de la quinta página, ya no me acuerdo de nada. Voy al baño para lavarme la cara. No oigo a Matilde, seguro que estará dando una cabezada. Siempre me comenta que podemos comprar un sillón de relax para poder estar con ella después de comer, pero prefiero estirarme en la cama. Así ella puede ver las telenovelas que quiera. Preparo un vaso de leche fría con tres magdalenas. Al introducir la primera magdalena en el vaso, me tiembla el pulso y derramo parte de leche. Es como mi cuerpo dijese: "hasta aquí, hemos llegado". Se lo comenté a mi doctora pensando que iba a decir que era normal a mis 87 años. En cambio argumentó: "Mire Fermín, hacerle pruebas es complicado. Vega a verme cuando estos temblores sean más frecuentes". Recojo la cocina, salgo al pasillo para coger la gorra y el bastón. Años atrás, Matilde hubiera dicho: "mira que salir con este calor, no puedes esperar más tarde para pasear". Ahora calla. Creo que una buena vecina indiscreta contó un episodio que sucedió el año pasado. Salí poco después de las seis. Iba caminando tranquilamente cuando empecé a bajar un trozo corto de pendiente. Cuando estaba en la mitad, mi cuerpo se quedó paralizado; no podía andar ni para atrás ni hacia adelante. Menos mal que pasó un mozo que me ayudó a bajarla. Desde entonces, uso el bastón por seguridad.

Parece increíble pero es cierto. Al entrar al parque, como está rodeado de árboles, el bochorno desaparece y el calor se hace más soportable. He tenido suerte porque todavía no ha llegado nadie y puedo sentarme en el banco que está justo enfrente de la pista de petanca. Al cabo de unos minutos, veo venir por el camino del huerto a Piernaslargas con su carretilla llena de alfalfa. Se detuvo al llegar al banco y advirtió:
—Ni media palabra.
Sacó entre la alfalfa su botella de agua y bebió un trago. A continuación, buscó el estuche de petanca y se sentó a mi lado.
—Veo que traes la artillería pesada
—comenté.
—Es que si voy a casa, ya no vuelvo
–explicó Piernaslargas.
"Ya somos dos" –pensé.
Tras unos instantes Piernaslargas prosiguió hablando:
—He tenido un día de perros. Toda la mañana esperando a que me den agua para regar los olivos. Después de comer, voy a ver los conejos cuando caigo en cuenta que les falta la comida... y, ¡hala, vuelta al campo!
—¿Y no lo puedes vender?
–¡Ja! Cómo se nota que no conoces a la Salvadora. si lo hiciera, me pondría la cama en la conejera.
Iba a replicar cuando oímos risas y conversaciones a nuestras espaldas.
—Ya están aquí los petanqueros —avisó Piernaslargas.
Eran cinco y charlaban muy animados. Tony nos vio, se adelantó para saludarnos:
—A las buenas tardes. Tenemos un plan para derrotar al francés, ese.
Se refieria a un forastero que llegó hace 15 días. Al principio, solo observaba y comentaba algunas jugadas. Luego, cuando faltaba alguien, ocupaba su puesto. No lo hacía nada mal y pronto se ganó la popularidad entre ellos. Un día, viendo que no venía nadie, propuso jugar una tripleta contra él. El resultado fue devastador: 3 - 0 a favor del forastero. Desde entonces, no había encontrado la forma de derrotarle.
—Si jugáis por dupleta, tenéis oportunidades de ganarle —sentecié.
—¿Porque? —se interesó Tony.
—Porque es un excelente medio y he visto hacer cuatro carreaus en una tarde. Segundo, tiene la ventaja de jugar 6 bolas contra 2.
—Pero si juega con el mismo número de bolas —obtectó Piernaslargas.
—Cierto, pero no es lo mismo tirar las seis bolas la misma persona que entre los tres —le aclaré.
Se quedaron un rato sin saber qué hacer ni qué decir. Al rato oímos una voz conocida:
—Bonsoir, ¿qué, estamos listos para una partida? —dijo el recién llegado frotándose las manos.
—Tendrás que esperar a la próxima ronda —le informó Tony.
—No tengo ninguna prisa –aseguró amablemente el francés.
—Bueno señores —empezó a decir Piernaslargas—, disfruto de vuestra compañía. Pero como estoy cansado y veo que hay mucha gente para jugar, me voy a casa para volver mañana más fresco como una lechuga.
—¿Vienes Fermín?
Me incorporé no sin dificultad y dije:
—Claro.

Cuando anduve 10 metros me detengo para limpiar el sudor de la frente con el pañuelo. Por el rabillo del ojo observo que comienzan una partida. Se ha formado una tripleta, pero el francés sigue jugando solo. Lancé un largo suspiro y moví la cabeza de un lado para otro. A continuación, aligeré el paso para alcanzar a Piernaslargas que se había quedado con la palabra en la boca.



NOTA: carreau, o tirada perfecta, es una jugada que cuando tira la bola, quita la bola de adversario y se queda en el mismo lugar donde estaba la bola de adversario para ganar el punto.
Más información en:

https://www.enciclopedia.cat/ec-eec-9976.xml

Texto agregado el 23-01-2020, y leído por 174 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-01-2020 Tu texto me recordó una obra teatral que se llama "Viejos de mierda"; me gustó la naturalidad de los diálogos; muy bien logrados. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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