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Inicio / Cuenteros Locales / Peumase / Así era yo mientras miraba el ventanal...

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Era un amanecer demasiado obscuro, para ser verano, el reloj de la pared marcaba las cinco y treinta, me quede mirando el cielo sin estrellas después de unas copas de vino y una larga conversación, con la persona menos indicada, buscando respuestas, al fin y al cabo pedimos consejos y hacemos algo totalmente distinto. Mi pelo caía sobre mis hombros y el viento lo mecía suavemente, mi rostro cansado ya no era el mismo de antes ahora en él denotaba la preocupación y los nuevos sueños.

El silencio amenazaba una marea de lagrimas de mis ojos hacía mis mejillas otra vez no sabía por que iba llorar solo el hecho de ver las paredes grises, la risa ausente, las voces ajenas, que no decían nada me desesperaba y me quedaba en la más extraña tristeza. Tanto tiempo deseando la soledad y ahora que la tengo no la quiero, me fui muy adentro en mis viajes y me cobije en demasía en mi propio ser y no me di cuenta que al lado, detrás y alrededor había personas que querían escucharme y querían que yo las escuchara...

¿Por que no podemos ser felices con lo que deseamos tener...?
En fin ayer fue un día como cualquiera, como el de mañana y como muchos que vendrán, es verano en Santiago y se desocupa, tanto lo desee que ahora necesito escuchar las bocinas, los motores, sentir el olor nauseabundo de las calles. Me puse los jeans, gastados, esos que me acompañaron en mi juventud, en mi búsqueda de libertad, esos que estaban detrás del closett, junto a la ropa que quería regalar y nunca iba poder regalar, por que traían consigo demasiadas historias. La vieja polera, con él numero 12 ese estampado que ya caía, esa azul, esa polera que ya estaba rota, esa que estaba parchada... las viejas zapatillas rojas, con la suela despegada, quise ser yo hace cuatro años atrás, tenía 19 años, imagine mi pelo corto, desordenado y macheteado, algunas puntas negras, otras rojas y así andaba yo, mi rostro pálido, el maquillaje rojo en mis ojos, el aro en la nariz y las pulseras en mis manos...

Empece a caminar por la gris Alameda, todavía o de vez en cuando me asustan esas micros viejas tirando humo negro, las bocinas ensordecedoras, y la gente reclamando un asiento o un espacio...
Caminaba calle a bajo recorriendo plácidamente mi juventud y los sueños de ser grande, de imaginarme siempre igual, con la misma manera de andar y de vestir que sabía yo de todo lo que vendría detrás del hambre, por decir por fin la palabra es “mío” solo “mío”. Eran las ganas de sentirme dueña de algo, no tan solo de mi propia existencia y de lo que yo creaba con mis manos, si no lo que había ganado, tras seis años de educación que por cierto aún no terminaba pero esas simple palabra “Estudiante Universitaria” me sirve para poder subsistir cada mañana...

Así iba yo por las calles cuando estas empezaron a retroceder en el tiempo, al igual que yo, mirándome en una vieja vitrina, reconocí otra vez mi rostro joven, ahí me di cuenta que no avanzaba hacia otros tiempos, si no que retrocedía a los viejos tiempos que yo anhelaba. Los edificios, las calles, los autos, los colores, los olores también eran los de antes, los rostros de la gente parecían volver a ser jóvenes, buscando libertad, y esos rostros cuantas veces los vi junto ha una cerveza helada, junto a un cigarro que se apaga en todas las manos, para volver a las mías...
Era yo la misma que aullaba frente a la buena música, Charlie García sonaba fuerte en mis oídos y Janis Joplin me enloquecía, ya se perdieron tantos sueños... Me vi marchando hacía la Moneda pidiendo justicia... por que... por quien...

Volví hacer yo, repito, si es un sueño no quiero despertar... Corría por las calles, por la Plaza de armas otra vez, pedía dinero para un vino. Prendía un cigarro, cantaba, si yo cantaba...

Quien era la chica que corría por la alameda... me pregunte mirando por el balcón... me preguntaba... mientras frente a mi balcón en la calle Teatinos miraba a una joven, de polera azul, media rota media vieja, pantalones manchados y demasiado gastados, un aro en la nariz, pelo negro, pelo rojo, desordenado y mal recortado...

Me eche hacía atrás y apoye mi cabeza en la almohada, quería despertar, creyéndome libre, en esa vieja casa esquina, que vi en calle Teatinos... mañana, entro en la universidad, mañana comienzo a trabajar, quizás logre dentro de este año mi anhelada independencia, ojalá...

Texto agregado el 30-09-2004, y leído por 241 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-05-2008 hermoso... 5* moribunda
29-12-2004 buen relato, creo que todos buscamos de una u otra forma la independencia y las ansias de ser uno mismo siempre. excentrica
03-10-2004 Lindo. orlandoteran
 
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