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Los reyes

La ausencia del rey Onur no era notoria en su comarca pero su espíritu vagaba por palacio más tiempo de lo esperado. Sé sabia extraño recorriendo los lugares por donde paseaba en compañía de la reina Sofía, sin embargo ahora estaba afligido durante esos recorridos. En cambio para la reina esta carencia la tenía en el limbo; hablaba poco de sus nostalgias, no dormía, se alimentaba con ligereza y mantenía su cabellera revuelta. Sus devaneos eran evidentes al impartir sonoras carcajadas de situaciones a su criterio hilarantes que muchos no entendían.
El rey la contemplaba durante esos episodios sin poder hacer nada; no obstante era tanto el ímpetu de hablar con ella que movía los objetos a su alrededor, imitaba sonidos del viento, erizaba a los gatos y gruñía con los perros sin conseguir llamar su atención.

Aunque cuando era niño había oído decir a una anciana que los espíritus pueden comunicarse con sus seres queridos en sueños entonces pensó hallarla en ese mágico mundo. Convencido de lograr su propósito decidió buscar a una hechicera.

Era de noche al llegar a la cueva de la adivina, quien estaba preparando pociones con ingredientes difíciles de diferenciar, en ese momento su perro empezó a gruñir hasta que ella pregunto:
— ¿Quién anda ahí? —Fedor, el perro estaba más inquieto y como nadie contestara inquirió con más energía— ¿Quién anda ahí?
Al verse distinguido el rey arrojó una bola de aire frío sobre la anciana; quien miro en todas direcciones pronunciando un antiguo saludo:
— Si es espíritu quien esté aquí, mantenga los pies sobre el círculo blanco de sal —el rey obedeció. Los gruñidos del perro disminuyeron y Samira, la hechicera dijo:
— Espíritu ¿Qué buscas? —extendiendo sus manos en señal de saludo y el rey hizo lo propio.
Después el lugar se ilumino con luces multicolores irradiadas desde el dije de cuarzo que la anciana tenía en su pecho. Sorprendida y emocionada pudo ver al rey luego dirigió estas palabras:
— Su Majestad ¿Por qué esta aquí? Hábleme, Samira oirá.
El rey se cuestionaba a sí mismo ¿Podría escuchar y verlo? Aún con dudas, hablo:
— Quisiera conversar con la reina para decirle cuanto la extraño; lo apenado que estoy al verla sin ánimos para vivir —bajo la cabeza, luego miro a la hechicera con ojos vidriosos y continuo— explícame, cómo hablarle sin causar dolor. Sofía debe tener nuevos objetivos para volver a ser feliz.
Al callar el rey, Samira le advirtió:
— Su Majestad, no es fácil comunicarse con la reina como lo hacían antes. No obstante hay más de un modo de acercarse para charlar con ella —miro a Fedor, su perro y continuo— debe recordar si existe una criatura: como un pájaro, gato o perro estrechamente vinculado a Su Majestad, pues a través de aquella criatura vuestro espíritu lograra aproximarse a sus pensamientos.

Ante esa inquietud, el rey recordó a Milton, un gato a quien la reina mimaba gran parte del tiempo. Conto la historia del minino y al cabo de unos segundos Samira pronuncio palabras ininteligibles cinco veces, al mismo tiempo echaba polvos mágicos sobre él y en seguida preciso:
— Su Majestad encontrara al gato en el jardín principal de palacio. Deberá hablarle cuando Milton se ubique a los pies de ella mientras él duerma será imposible hacerlo; tenga en cuenta que el hechizo perdurara una semana, luego de hablarle ira hacia la luz y estará más distante de este mundo.

El espíritu del rey Onur no cabía en sí de felicidad. Acto seguido se hallaba en el jardín principal del palacio observando dormir a Milton, quien de tanto en tanto movía una oreja, después estiraba sus patas sin abrir sus ojos hasta que el espíritu cogió una rama de crisantemo para arrojarla sobre el felino, de inmediato consiguió despertarlo y dijo:
— Escucha Milton, te acercaras a la reina —el minino estaba inmóvil entrecerrando sus ojos, el rey preso de impaciencia repetía su nombre varias veces sin ganar su atención hasta que recogió otra vara de crisantemo e hizo una señal, en unos segundos el gato lo miro y ronroneo moviendo su cola.
Entonces al lado de Milton el rey busco a la reina y la encontraron en un pasaje que daba al jardín. Tenía los ojos somnolientos, ojeras marcadas y su cabello estaba enmarañado. El minino al acercarse a sus pies maullaba cálidamente pero ella no se emocionó; como persistieran sus maullidos lo alzó hacia una ventana y se marchó. Aquello no desalentó al espíritu, pensó en volver por la tarde cuando el sol se alejara y dejo al gato continuar su siesta.

Al atardecer fue en busca de Milton pero no lo hallo cerca al jardín entonces empezó a escudriñar en todos los rincones del palacio sin obtener resultados. Esta desaparición lo enfurecía al punto de lanzar bolas de aire frio sobre los hermosos crisantemos de los balcones, que se marchitaban al instante.
Al transcurrir las horas sentía decaer sus fuerzas entonces tomo asiento al borde del pozo de agua y cerca de allí vio un saco de tela negro. Al mirar su contenido, descubrió sin vida Milton. No concebía quién podría realizar semejante maldad.

Esperando restablecerse respiro profundo, luego se dirigió dónde Samira, quien hizo una reverencia pues conocía al espíritu del rey, al deshojar sus hierbas le observo por unos instantes y noto su semblante desencajado. Sin perder tiempo pronuncio palabras mágicas echando ajenjo, ortiga y lavanda sobre su olla pronto vio lo ocurrido al gato.

El espíritu estaba confundido porque el hechizo para conversar con la reina no funcionaría sin el minino; la anciana escuchaba con paciencia sus dudas, medito un momento para aseverar:
— Majestad, la pérdida del gato es ciertamente una dificultad pero hay otros conjuros que le ayudaran —al oír estas palabras el rey cambio de expresión, su mirada se sosegó y continuo escuchando atentamente Samira— buscare a un pajarillo que vuele por los jardines de palacio para encomendarle la misma misión.
Mientras acariciaba a Fedor, con voz seria sentencio:
— Presiento una energía misteriosa alrededor de la reina. Sea cauteloso, Majestad.

Después de esa advertencia el rey se preguntó: ¿Por qué la reina andaba en el limbo todo el tiempo? ¿Quiénes eran sus enemigos?
Recordó en sus charlas con la reina, hablar sobre el comportamiento de Olaf, el hermano del rey. Ella distinguía una envidia hacia él pero nunca le dio mayor importancia.
Debía indagar que ocurría; fue en su búsqueda pero no había señales de Olaf. Después se dirigió a las bóvedas del palacio y le encontró contando lingotes de oro además de joyas y reliquias custodiadas allí. Con extrañeza advirtió que la guardia le obedecía solo a su hermano; también observo reuniones con generales y otros cómplices para planear como expulsar del palacio en esa semana a la reina. Al develar sus ocultas intenciones, el rey se marchó decepcionado.

Cuanto antes debía advertir y proteger a la reina; al llegar a su habitación vio en su ventana a un bello ruiseñor, le pidió aproximarse a ella pero la avecilla devolvía la mirada sin trinar; insistió pero el pajarillo ni se conmovía

Continuara . . .

Texto agregado el 07-01-2020, y leído por 142 visitantes. (0 votos)


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