Éramos niños. Y entre los amigos , siempre hay en la infancia el marisabidillo, el adelantado de las noticias frescas.
Era nuestra querida Yolanda la amiga que nos quitó la venda de los ojos en numerosos asuntos, en que estábamos en el limbo.
- La cigüeña no existe. Son los padres los que traen los bebés- nos comunicó un ya lejano día.
- ¡ Mentira!- le corregí yo. Anteayer vi una cigüeña sobrevolando la Plaza nueva y poco después Dorita tuvo un hermanito. Lo llevaba en el pico.
A mí siempre me fascinaron las ficciones y me resistía con fuerza a claudicar de las historietas fantasiosas.
En otra ocasión , Yolanda nos desmontó el mito de los Reyes magos.
- Son los papás los que traen los regalos. Los de Oriente no existen.
Yo callé para darle la réplica tiempo después, tras el último 6 de enero.
- Eres una mentirosilla. La última noche de Reyes fueron a casa de mi abuela a llevarme los regalos.
Ciertamente, me despertó mi abuela instándome a levantarme de la cama y a asomarme al balcón pues venían los Reyes magos en respuesta a mi carta.
Yo , timorata, me resistía y , luego de asomarme, di un brinco hacia atrás al visualizar a Baltasar. En aquellos días yo nunca había visto un negro tan cerca. Esa raza era cosa exótica en la España rural de entonces. Luego supe que tras la cara tiznada del rey se escondía Manolo, un primo mío mayor, que se ofreció para colaborar en la Cabalgata.
En aquellos días de austeridad los regalos eran , para nuestro fastidio, eminentemente prácticos: unas manoplas, una cartera, una caja de lápices de colores Alpino, un paraguas... y nos colmaba de gozo si , entre lo útil, se colaba una muñeca o un plumier de madera de dos pisos .
Benditos días de Reyes de la niñez. Y bendita Yolanda a día de hoy, pues entonces nos hacía rabiar desmontándonos los mitos de la infancia con sus veristas relatos.
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