Una vuelta a la Alameda
esperando ver el fantasma de tus ojos
sólo oscuridad y noche apelmazadas.

Una braza ardiendo
luz infernal de drogadicto
que hace de las orillas un siglo
de sufrimiento.

Te busco entre los árboles incomunicantes
no encuentro sino tu muerte vivísima
(un frío)
me habla tu cuerpo pútrido
desde una tumba desconocida.

“…amor mío ven, vamos a fecundar la tierra…”

El gesto insonoro de todos mis miedos
corre tras de un gato sin nombre
que camina hacia el espejo esquino
de nuestra casa secreta.

Si los muros tuvieran labios
(partidos, agrietados)
dirían nuestros nombres con sangre amorosa
(olor a rosas y geranios)
ladrillos que ya no son nuestros
escaleras de azulejo
que decoran el fin del tiempo.

Nadie me dijo
que tu pecho no era marzo
ojalá hubiera podido
inyectarte más vida
más suero, más tiempo
más analgésicos,
más amor del bueno
para sacarte el invierno
y toda la cobardía con la diálisis.

“Váyase despidiendo”

Ojalá pudieras comer pan de mi voz
todas las mañanas
y comer, por las noches, la sal de mi cuerpo
para llevarme al más allá: orgasmo
y volver, siempre volver
de la orilla infinita de la muerte
(sonrisa siniestra de voyeur).

No hay más calor como el tuyo sobre el mundo.

La vida: látigo implacable.

El Tiempo me desnuda la espalda
(repetición e ignorancia)
del nunca más y de ahora
tus ojos vieron mi columna arqueada
por ello estoy marcado de tu mirada.

(en este espacio van las palabras que me avergüenza escribir)

…esta Alameda no es ningún consuelo.




"Antonio Carrillo Cerda"
Colección: Pronunciar su nombre
Toluca, Estado de México, México