El basquetbolista Carlos Matías Sandes con sus más de dos metros de altura y su pie talle cincuenta y dos salió de su casa como cualquier otro día. Aquella jornada no tenía entrenamiento y estaba dispuesto a disfrutar de algún modo lo que era un día libre.
Era un Quesón, uno de esos asesinos seriales llamados Carlos que le tiran un Queso a sus víctimas. Y deseaba asesinar a alguien aquel día, o sea quesonear a alguna mina. Salió con los guantes negros, colocó el machete en su cinto y puso en una mochila, un enorme Queso Emmental, muy grande. No sabía muy bien que hacer, dispuesto a que el destino y la casualidad lo guiaran a algo. Que le pusieran alguna víctima producto del azar.
Sería alrededor del mediodía cuando Carlos entró a un outlet famoso por tener zapatillas de tamaños muy grandes. Vale aclarar que la gente siempre le abría paso a Sandes mientras caminaba por la calle dado el fuerte e intenso olor a Queso que emanaba siempre de sus pies, por momentos apestante y asfixiante.
Sandes agarró un par de zapatillas talle 52 que estaban ahí. Un empleado se acercó con el fin de preguntarle y casi se desmaya cuando se esparció el olor a Queso por el local, al probarse Carlos las zapatillas.
- Señor, tenemos los cambiadores a nuestra disposición dijo el empleado, asombrado mientras contemplaba los pies de Sandes, nunca había visto pies tan grandes.
- ¿Es por el olor a Queso, no? fue la respuesta de Sandes los demás se están probando las zapatillas sin problemas. Me discrimina por ser un Quesón.
- ¿Un Quesón? dijo el empleado mire Señor
- No te preocupes pibe de repente se escuchó una voz femenina detrás, era la de Mary del Cerro, una actriz con participaciones en Bailando por un Sueño me gustan los Quesones.
Mery del Cerro miró fijamente a Sandes y le hizo un guiño con los ojos. El basquetbolista la reconoció y no lo podía creer: ya tenía a quien quesonear. Del Cerro se acercó a Carlos y le dijo al oído:
- Quiero que me quesonees, te espero en el cambiador número seis.
- No tenemos mucho espacio ahí le dijo Sandes.
- No importa. Es lo que hay. Vos sos el Quesón, yo la Quesoneada.
El empleado observó todo sin entender nada. Lo cierto es que Carlos Sandes y Mery del Cerro, instantes después estaban en el probador.
Sandes puso su pie izquierdo sobre el rostro de Del Cerro, lo chupó, beso, lamió y olió una y otra vez. Después hizo lo mismo con el izquierdo. El espacio era reducido, por alguna obra de magia o de ilusión parecía haberse agrandado. Sandes también chupó los pies de Del Cerro. Pero mientras los de él destilaban un profundo e intenso olor a Queso, los de ella despedían un olor a perfume francés.
Después cogieron con mucha fuerza e intensidad, aunque brevemente. La hicieron corta pero fue un momento de mucho gozo y placer. Al terminar el basquetbolista le dijo:
- ¿Porqué te acercaste a mí y dijiste que te quesoneará? ¿Sabes lo que significa quesonear?
- Comencé a sentir un fuerte olor a Queso en el Outlet y a partir de ahí quede como hechizada, extasiada, hipnotizada, me acerqué a vos y solo tenía el deseo de hacer esto.
- Ja, ja, lo sospechaba. Suele ocurrir esto. Lo cierto es que ahora debo terminar la tarea, y si querés ser quesoneada, te lo digo una sola vez: te asesinaré.
- ¡Nooooo! gritó Mery del Cerro.
Carlos saco el machete de sus pertenencias y en un rápido movimiento atacó a Del Cerro que se arrinconó contra la pared del probador. Sandes le cortó el cuello con el machete, y luego le dio machetazos en todo el cuerpo, una y otra vez. Cuando terminó de asesinarla, sacó el Queso de la mochila, era un Queso muy grande, gigantesco, y lo tiró sobre el cadáver de su víctima, diciendo en voz alta:
- Queso.
Sandes dejó el probador y el empleado fue a abrir la puerta y descubrió que Del Cerro había sido asesinada, lleno de espanto y de horror, empezó a gritar:
- ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡El patón es un asesino! ¡Atrapenlo! ¡Acaba de asesinar a Mery Del Cerro! ¡Llamen a la policía!
Sandes siguió caminando como si nada, dirigiéndose a la puerta, pero el empleado siguió gritando:
- ¡Atrapenlo! ¡Agarrenlo! ¡El chabón de los pies grandes y del olor a Queso! ¡El que tiene pinta de basquetbolista! ¡Es un asesino!
La gente presente en el outlet no sabía que hacer, algunos rodearon a Sandes, pero este con el olor a Queso, e imperturbable, seguía abriéndose paso hacia la salida. Uno del público gritó:
- ¡Es un gran basquetbolista! ¡No puede ser un asesino! ¡Vos debes ser el asesino!
- ¡Síiiiiiiiii! comenzó a gritar la gente el empleado es el que mato a Mery Del Cerro.
Sandes llegó a la puerta y abandonó el lugar. Había zafado. Pero esta vez se dio cuenta que casi ponía en riesgo todo por su instinto de Quesón. Aunque por ser Quesón ya estaba sano y salvo.
El que no estaba sano ni salvo era el empleado. La gente lo rodeo y hasta quisieron lincharlo. Pero uno del público dijo:
- Tranquilo gente, esperemos que llegue la policía. Pobre Mery Del Cerro como la asesinaron, digo la quesonearon.
Minutos después, la policía y los forenses estaban en el lugar. El inefable Comisario Miguel, se hizo cargo de la investigación. Sabía que el empleado era el principal sospechoso, pero este negaba los cargos.
- Soy inocente. El asesino era un basquetbolista que estaba aca, tenía unos pies gigantes, era impresionante, y el olor a Queso que tenía no se puede explicar. El chabón la llevó a la mina al probador, cogieron y después la asesinó. Eso fue lo que pasó.
- ¿Y el Queso que esta sobre el cadáver de la chica asesinada? ¿Cayó del cielo, acaso?
- No, lo debe haber traído el asesino. Soy inocente. Ojala fuese el asesino. La hubiese cogido. Mire lo que era la mina.
- Bueno pibe quédate tranquilo. La causa quedará bajo la orbita del Fiscal Carlos Gonella. Tendrás que declarar un par de veces. Vos no viste nada. No sabes nada. Ni siquiera te vamos a llevar como detenido. Solo como testigo.
- ¿Y el asesinato quedará impune? Pobre Mery Del Cerro, el basquetbolista va a seguir por ahí asesinando minas y tirando Quesos.
- Ese no es problema tuyo, pibe. Haceme caso. Y dado que hay un Queso en todo esto, seguí este consejo, muzzarella.
Y eso fue lo que hizo el empleado. Mientras tanto, Carlos Matías Sandes, muy contento, seguía disfrutando en su casa del asesinato que había cometido aquel día, mientras pensaba:
- ¿Quién será la próxima?
|