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I

Me llamo “Largo” Lebón y.... si, ya sé que es una redundancia de letras, compadre, ¿ alguna otra acotación? ¿Puedo seguir? Muy amable de su parte, gracias.
Bueh, ya sabe mi nombre, resta decir que me gano la vida como detective privado.
¡ Ahh ! Eso es interesante. ¿ Cómo me imaginaba Ud ? Dos metros de altura, mirada de acero donde sin embargo se vislumbra un atisbo de ternura, músculos estilo Suarseneguer de las pampas criollas? Ja, nada que ver con eso, ¿le dijeron que ha estado viendo muchas películas compadre? Hágame caso, salga a la calle, empápese un poco de sol y de realidad y si no lo asfaltan en el camino (estamos en épocas de campaña electoral y realmente corre serio peligro ) será otro cuando vuelva, ya verá.

Tampoco tengo una oficina maloliente donde le disparo a las ratas por pura diversión con mi Remington – Steel 45, ni una maternal secretaria que se aguanta estoicamente seis meses de suelo adeudados porque está irremediable y perdidamente enamorada de mí. No. Tampoco eso.

Yo mismo me las arreglo solito: baldecito en mano, escoba, estropajo, limpiapisos marca “Perfect” – los demás no rinden lo mismo, créame – y puedo pasar mis días tranquilo sin el temor que desde las sombras emerja un dinosaurio para devorarme cuando menos lo espero.

Si, adivino su inminente pregunta, ¿ por qué soy detective privado, cuando en esta tierra santa, con menos coraje y cerebro, se puede vivir como rey ? Vea, amigo, para espiar parejas infieles, le aseguro que me sobra paño. No necesito de armas, ni teleobjetivos, cámaras de rayos infrarrojos o alguna de esas exquisiteces tecnológicas que nos despachan desde el primer mundo. Con mi Kodak familiar me basta y sobra, que si hay algo que nos falta a los cristianos de estos lares, es el don de la discreción.

Claro, algunas veces es distinto. Sin ir más lejos recuerdo un caso en el que tuve que emplear toda mi astucia, mi valor, mi arrojo y mi sagacidad innata para salir con vida y aún así me salvé por un pelín.
¡ Ah ! ¿Querés escuchar la historia? Pues bien compadre, la verdad es que ahora no tengo nada mejor que hacer. Aguantáme un cachito que caliento el agua y preparo unos mates bien amargos, como nos gusta a los dos y empiezo.

Sí, claro que podés sentarte, pero sacudí los pies en el felpudo, ¿no te acabo de decir que soy yo el que limpia?

II

Fue en una mañana como tantas. Yo ojeaba el periódico, un tanto aburrido. Ninguna noticia en particular me llamó la atención: el Fondo reclama guita (se entiende, los pobres no llegan a fin de mes), Boquita ganó otra copa (¡novedad!), el Supremo diserta en un emotivo acto en el dispensario, luego de hacer entrega de dos cajas de curitas (por fin una buena noticia), el costo de vida atravesó la Luna y se dirige hacia Saturno en línea recta y.....

-¿ Interrumpo? –

Vea Usted compadre. Imagine la rama más hermosa del árbol más excelso. Imagine que con ella se talla la más perfecta de las flautas. Imagine que a esta flauta la ejecuta el más eximio de los músicos de cuantos se conocieron y se habrán de conocer. Imagine el sonido compadre y a lo mejor, si tiene suerte, tendrá una somera idea del timbre de aquella voz.

-Solo si me pellizca para que despierte – en el acto, le respondí

Ella sonrió encantadoramente y súbitamente brilló con más fuerza el sol y el aire fue más diáfano y puro y el cielo más azul y los pajaritos....

-Me ha sido robada la más valiosa de mis joyas –

Pucha, lo echó a perder. En fin, tuve que ponerme serio adoptando esa actitud de profesional – que – se – las – sabe – todas, que tanto impresiona a los clientes. Por el rabillo del ojo, mientras fingía elucubrar intrincadísimos pensamientos, espié su preciosa figura: alta, esbelta, soberbia, sus formas atroces emergían desde los sueños burlando la blusa de fina seda para ser mal contenidas por el discreto saco. Bajo la falda, deliciosamente breve, cielos e infiernos conjugados en exquisita armonía, se extendían en su cubierta de nylon, hasta unos tacones altos y negros, en cuyo extremo avizoré un brillo de genuinos diamantes.

-¿ Zafiros? – pregunté
-No –
-¿Diamantes? –
-No –
- ¿Esmeraldas? –
-No –
-¿Rubíes? –
-Para variar, no –

La ironía de la última respuesta, me llamó a sosiego. Era un claro desafío al intelecto y no debía ni podía rehuir. Elaboré intrincadísimas cadenas de pensamientos ligadas por la relación causa – efecto, que fui descartando cuidadosamente hasta que al fin, con claridad meridiana, obtuve la respuesta.

Tratando de disimular mi ansiedad, respondí:

-Lo que la ha sido arteramente sustraído es.... –

Si, lo sé. Fui un poquito cruel al jugar con su ansiedad, pero bueno, compadre, ¿Usted me oyó decir que soy perfecto? ¿No? Entonces, piquito cerrado, que por ahí no entran moscas.

-Su gallina. Ha sido Usted despojada de su gallina –

Ella abrió grande sus ojos preciosos y por un breve instante, aquella segura dama de sociedad, fue tan solo una niña deslumbrada por los prodigios de un mago que sin que nadie atine a saber como diablos lo hace, extrae conejos de su galera vacía.

-¿ Cómo? ¿Cómo lo supo? – preguntó ella, deliciosamente azorada

Llegado a este punto, debo reconocer que metí la pata. Los magos jamás revelan sus secretos. Claro que yo querría ver un mago ante semejante mujer con sus ojos implorantes. Y si, la carne es débil.

-Sagacidad, intuición, lógica matemática y, ante todo.... –
-¿Sí? –
-Agudeza visual para ver el huevo que guarda en el bolsillo izquierdo de su saco –
-¡¡ Ahhh !! –

Es curioso como el prodigioso mago hubo de disolverse en el acto para dejar su lugar al oscuro detective. Supe entonces que en cada segundo habría de aumentar su decepción y resolví no darle tregua:

-¿ La bataraza? –
-No –
-¿La colorada? –
-No –
-¡ Ay ! No me diga que la ponedora –

Uff, debo reconocer, compadre, que a veces tengo el tacto de un caballo. Enrojecieron sus ojos preciosos mientras un par de lágrimas resbalaron por sus delicadas mejillas, al tiempo que yo me sentía el más ruin de los hombres del universo y sus aledaños.

-¡¡ Sí !!, ¡¡ la ponedora !! – me dijo antes de estallar en un mar de lágrimas

Yo le ofrecí mi hombro poderoso para cobijar su llanto, mientras acariciaba suavemente sus cabellos. Huelga decir que no me disgustó hacerlo.

-Ya, ya está preciosa, ya está – susurré suavemente a su oído.

-Es que la ponedora –
-Está bien, entiendo –
-De a veinte por día ponía –
-Claro, claro –
-¡ Y lo que me costó hallar el gallo pa cortejarla –
-Me imagino –
-Y me la afanaron... ¡ buahhhhhhhh !!! –

Bueno, la verdad es que no me desagradaba mi papel de consolador – confidente – nuevo amigo con esperanza de más, pero el hecho es que se pasaban las horas y el pescado sin vender...

-Bueno, bueno, ¡ ya está !, ¡ no gaste ahora todas sus lágrimas, caramba, que en estas tierras si hay algo que nos sobra son los motivos para llorar ! –

Fue entonces cuando, su bello rostro enrojeció abruptamente y con la velocidad del rayo de las tormentas estivales, subieron las lágrimas por sus mejillas. Un milisegundo más tarde, ni rastro quedaba de ellas.

-Es verdad, mil disculpas, detective – dijo

No voy a decir que cambiar de confidente a detective me cayó demasiado bien pero me sobrepuse.

- Muy bien. Ahora necesito que narre los hechos sin omitir el más ínfimo de los detalles - expresé

III

Mis cuidadosas pesquisas me llevaron a un oscuro callejón. Mis penetrantes ojos, se abocaron a la búsqueda de pistas entre las sombras, a sabiendas que el más ligero de los indicios me habría de resultar suficiente. En eso estaba, cuando escuché la terrible voz:

-¡¡ Llegaste demasiado lejos, “largo” Lebón, es tiempo de que pagues por tu osadía !! –

Me di vuelta, claro. Seis gigantescas siluetas, surgieron desde las sombras. No era para tomarlo a la ligera pero bueno, no de balde ¡ macho ! gritó la partera.

-Mirá chabón, si querés cobrarme ponéte en la cola y sacá número, que antes que a vos, le debo a cada santo una vela –

Quien parecía ser el jefe de los malandras (sí, eran malandras, compadre, ¿me deja seguir?) avanzó hacia mí, enfrentándome con sus ojos, en un implícito desafío que no pude, ni quise rehuir.
Luego siguieron, claro está, las usuales frases de cortesía que se acostumbra utilizar en ocasiones como esta:

-Rata de albañal –
-Gusano del subsuelo –
-Pilón de basura –
-Bola de estiércol con patas –
-Carroña maloliente –
-Ponzoña fermentada –
-Hijo de un asno y una serpiente –
-Hijo de un mono y una jirafa –

Hasta ahí todo bien. Se puede decir que hasta era una charla de amigos. Entonces, para su desdicha, aquel hombre brutal pronunció las palabras terribles:

-Todo eso es tu hermana –

Ahh, no. Meterse con la familia no. Y menos con la santa de mi hermana, que hasta se casó con mi cuñado por hacer caridad. No diablos, no hay derecho. Ahí compadre, pierdo totalmente los estribos y es como si un cortocircuito se me produjera en la mente. Veo todo, todo rojo y tiene que ser muy precisa la bala que pueda detener.

En menos de un parpadeo, extraje mi nueva Remington – Steel XP, Celeron, de 250 Yía de RAM y 500 Mega de Caché. Apunté con cuidado, tomándome todo el tiempo del mundo.
Luego hice seis y solo seis disparos.

Bueno, a decir verdad, las clases de tiro siempre fueron un parto para mí. Quizás, ahora que lo pienso bien, la culpa sea del instructor. Era verdaderamente un pesado. Que el tambor, que el caño, que el cargador, que las dos manos, que una sola, ¡ Ufa, lo que menos pensaba cuando me anoté en las clases era que pulsar un bendito gatillo resultara tan complicado ! Recuerdo todavía las palabras del pesado cuando me fui: “Pibe, hacéme caso. Si alguna vez estás en peligro, contratáte un guardaespaldas”

En fin, al menos sirvió para espantar a los tipejos que se esfumaron como alma que corre el diablo. Por lo menos, no hubo que lamentar víctimas aquel día.

Eso sí, los gatos del callejón me putiaron hasta en japonés.

IV


Caía la tarde, cuando hallé al ladrón que, en un gesto desesperado, intentó ocultar la ponedora tras sus espaldas. No pude menos que sonreír al verle y dije:

-Abuelita, abuelita, ¿de quien son esas lindas plumitas? –

Entonces, sabiéndose descubierto, el malhechor intentó resistirse. Mala idea, desde luego. Primero le propiné un recio golpe de pugilato heleno, luego le hice una cupla de lucha hitita y finalmente, lo puse a dormir con un preciso “Yamamoto Misubishi” que me aprendí del “Karate Kid”

Así recuperé la ponedora de la bella Dama que al fin, volvió a sonreír. Huelga decir que el malhechor fue apresado por el largo brazo de la ley, como corresponde a todo ladrón de gallinas.

Y esa es la historia compadre, ¿es buena verdad? ¿Qué hace? ¡ Despierte, caramba !

-¿ Ya terminaste? –
-Si, acabo de terminarla –
-Entonces, ¿nos podemos ir? Odio cuando te ponés como un zombi a escribir tus memorias. Se puede derrumbar el mundo a tu alrededor y no te das por enterado –
-Disculpáme corazón, te digo que ya terminé –
-Quiero ver, seguro que me hiciste aparecer como una bruja –
-No cielo, ¿cómo pensás eso? Aparecés como la diosa que sos –
-No te creo, quiero ver –
-Nada, nada. Leélo después, como todo el mundo –
-Ta bien, puppy, no te pongás malito –
-Entonces no me hagás enojar –
-¡ Que carácter podrido ! ¿Nos vamos? –
-Sí, vamos ya -

(Ruido de pasos descendiendo las escaleras)

-¿”Largo” Lebón ? –
-¿ Sí ? –
-Sos mi héroe –
-¿En verdad ? –-- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii –

Y bueno, en honor a la verdad, pese a todos los peligros, sinsabores y desencantos:

¡ Vale la pena ser detective ! -

Texto agregado el 25-12-2019, y leído por 64 visitantes. (0 votos)


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