El niño en cuyo sueño vio pasar su vida, y comprendió que para lograr lo que quiere, no es suficiente con el entusiasmo, se necesita mucho más que eso, se necesita de la tenacidad de la espiga que se mantiene en su sitio cuando el viento le golpea, voluntad para vencer el dolor; y entiende que la fe mueva montañas, que la cúspide sea el premio de todo hombre, cuya pasión radica precisamente en el amor que le tiene a lo que le gusta. Luego se pregunta, ¿es necesario el estudio para llegar a gran altura? Tal vez en su caso lo sea, y entonces se interroga, ¿de qué sirve la esperanza sin esfuerzo? Y da por sentado entonces que el carácter es tan solo un ápice de aquella palabra que le dé verdadero sentido a lo que busca, ¡Un árbol tiene carácter! o su imponencia hace creer que así es. Pero ¿Qué lo mantiene en su sitio, tan lozano? dicho esto se afano por llegar a la copa, pues todo cambia en un instante, un año, tal vez más, tal vez menos, pero sin importar esto, puede la muerte sorprendernos, y seria irónico que lo hiciera “por compromiso”