Las profecías de Nigeltar
Desde que los hombres descubrieron las estrellas en el cielo han creado mitos y leyendas sobre su origen, utilizando enigmas donde surgen dioses, semidioses y criaturas mágicas. Mantener en silencio las profecías de Nigeltar ha costado muchos sacrificios a varias generaciones, quienes cual celosos guardianes han mantenido en secreto el significado de los “hoshruas” consagradas sobre una inmensa roca al interior de la montaña que lleva su nombre.
En el año 2457 a.c. en el desierto del Sahara, después de una sangrienta y encarnizada batalla entre las tribus de los Umuntu y los Etrank; un guerrero Umuntu, despertó en un campo lleno de cadáveres. Estaba débil, se levantó como pudo y camino arrastras muy despacio.
Por varios días recorrió el desierto sin alimentarse ni probar agua. Sin embargo logró sobrevivir porque hallo cactus, entonces bebió el agua que llevan dentro. Además se alimentó con alimañas y con la férrea esperanza que su tribu lo hallaría para llevarlo a casa.
Andaba a duras penas, hasta llegar a una duna cubierta de enormes hojas rojas; semejaban una encantadora alfombra sin fin, ondulada por el viento. Gantum al principio dudo lo que veía pero continúo acercándose con mucho recelo; en ese instante, de entre las hojas saltó una larguísima serpiente de un hermoso color verde brillante; se detuvo en los pies del guerrero y luego se enrosco a su cintura. En esos segundos se sintió desvanecer pues la víbora se esforzaba por morderlo en el cuello, entonces una poderosa fuerza en sus brazos lo ayudo a luchar para liberarse de la cobra real del desierto.
La tomó de su capucha a la altura de su cabeza, la aparto de él y la hizo girar en el aire con mucho vigor hasta atontarla; después la arrojo sobre las hojas rojas y desapareció.
En tanto cobro aliento, miro a su alrededor y en el lugar de las hojas rojas vio bellas orquídeas junto a un lago azul cristalino. Con el estómago encogido corrió hacia el agua pero solo encontró arena. No supo que pensar “¿Habría imaginado todo eso?” Sin embargo continuo avanzando sobre las dunas y halló un bosque de piedras; inmensas e imponentes formaciones rocosas que pusieron en guardia al guerrero.
Se adelantó con sigilo hacia el primer árbol de piedra, espero unos minutos para sentarse a descansar en su frondosa sombra, entonces oyó:
— ¿De dónde vienes? Y ¿Quién eres? —dijo una voz ronca y fuerte, mientras caían granos de arena sobre su cabeza.
Gantum cerró los ojos por unos instantes pero volvió a escuchar las mismas preguntas, elevo la vista y vio que el árbol de piedra le sonreía e insistía en sus respuestas. Entonces el guerrero contó sin reparos como había llegado al desierto a Terban, el árbol de piedra, quien por unos minutos callo, después hablo:
— Tú crees estar en el Sahara pero estas en ¡Fatki! —dijo con orgullo en tono solemne luego continuo— conocido por ser un valle de criaturas y espíritus mágicos que antecede a la montaña de Nigeltar.
Gantum estaba cansado de vagar, escucho las palabras de Terban y se quedó dormido. Cuando despertó estaba sobre cómoda paja, en el interior de una cueva llena de estalactitas brillantes que desprendían un fantástico olor a vainilla con menta en un ambiente fresco; a un lado había un gran agujero por donde se notaban tan cerca el cielo, las estrellas y la luna que invadía de confianza a quien contemplara aquella. Tenía el rostro y cabello limpios; sus pies estaban envueltos en unas suaves y refrescantes hojas azules que resultaban cómodas al caminar. No veía a nadie pero, se sentía observado, luego oyó ruidos en la cueva que lo paralizaron.
De pronto vio acercarse a la gran roca cuatro espíritus vestidos con finas túnicas blancas de algodón y zapatos como los que él llevaba; no hablaban con palabras pero podía a oír lo que decían. Cuando estuvieron delante de él vio sus delicadas facciones, cada uno llevaba un tótem sobre su pecho y una vara de piedra azul resplandeciente en sus manos.
El primero en hablar fue Ensum quien llevaba el totem del aire, saludo cortésmente y pidió no desconfiar de los espíritus. El segundo en hablar fue Mek quien llevaba el totem del agua, al hablar con voz melódica, pidió no aturdirse por las revelaciones que oiría. El tercero en hablar fue Oshn quien llevaba el totem del fuego, sus ojos tenían un brillo especial y dijo a Gantum que ahora estaba preparado para afrontar las profecías. La última en saludar fue Winek quien llevaba el totem de la tierra, aquella tenía en sus manos hojas de salvia.
El guerrero se cruzó de brazos y por momentos sus ojos recorrían los tótems de los espíritus, en una espera que lo impacientaba. Fue entonces que Mek dijo:
— No temas, desde hace tiempo te observamos y guiamos por el desierto hasta llegar a Fatki —hizo una pausa para tranquilizar al guerrero y prosiguió— Al “árbol Terban” le pedimos traerte a esta cueva en Nigeltar. Fuiste elegido para difundir la profecía.
Mek hizo un silencio prolongado mirando hacia el suelo. Luego continúo Winek:
— Desde hace mucho tiempo los hombres hacen cálculos para extender sus dominios con las guerras, pues esta disputa con los Etrank es un problema para la vida en este planeta — dijo con voz de angustia, luego dejo caer hojas de salvia a los pies del guerrero y continuo— si no desisten se interrumpirá la vida tal como la conocen, las plantas y animales no sobrevivirán. Se evaporara el agua y el aire se enrarecerá. Este hábitat se transformara en un desierto y lo que subsista ardera con el fuego de Oshn.
Al callar, corrían lágrimas por su mejilla. Fue entonces que hablo Ensum:
— Si buscan la paz, les guiaremos hacia el valle de Ushmá, bendita por ser fértil para los cultivos y para el ganado. Cercada con bosques de pinos y ríos que emergen del centro de la tierra. Allí serán fuertes por muchos siglos.
En ese instante el espíritu se puso de pie, esbozando una sonrisa sincera y dijo:
— Para llegar a Ushmá, deberán andar por el desierto durante 17 días, en la noche 18 la luna brillara en el cielo, desde allí sabrán que están en el camino correcto. Seguirán hasta encontrar el gran Fungú, en tanto sigan las estrellas el riesgo de perecer se desvanecerá. Sean felices porque al terminar el camino habrán llegado a Ushmá.
Gantum estaba confundido y se desvaneció. Al abrir sus ojos, continuaba en la cueva, llamo a los espíritus pero nadie contesto; estaba sudoroso, hambriento con ampollas en pies y manos sin embargo hallo una pequeña hoja de salvia.
A prisa se acercó a la gran roca, encontró dibujado a los cuatro espíritus de blanco, cada quien portaba su totem dentro de un gran circulo pero también habían dibujos de unos hombres pequeños arrojándose lanzas entre sí, a continuación había un sendero que desembocaba en un valle; al recordar las recomendaciones de los espíritus se tranquilizó.
Después se dedicó a planear y calcular como llegar a su hogar. Salió de la cueva guiado por la luz natural que la iluminaba el interior hasta un riachuelo, siguió la corriente del agua y lo llevo fuera de allí.
Los cazadores de su tribu lo buscaban hacia una semana y lo encontraron a unos kilómetros de distancia; Gantum abrazó con entusiasmo, algarabía a todos; luego juntos emprendieron el camino a casa.
De regreso a su tribu, el guerrero no supo explicar cómo llego a Nigeltar pero estaba convencido que fue Itskai, el dios supremo, quien guio sus pasos todo el tiempo. Después conto las profecías de los espíritus; mientras hablaba, el jefe de la tribu escuchaba con atención sin decir palabra alguna. En tanto los demás oían con estupor la historia de Gantum.
Él hablo sobre las consecuencias que conseguirían de prolongar la guerra; pero el resto de la tribu no tenían disposición de abandonar la ofensiva; por el contrario creían que vencerían la siguiente batalla y por su puesto la guerra. Al día siguiente el jefe de los Umuntu ordeno alistar lanzas y otros implementos para la lucha, al mismo tiempo Gantum se preparó junto con su familia para ir a Ushmá, acomodaron todos los víveres que pudieron y mucha agua. Luego de 13 días emprendieron el camino al valle sagrado.
Así las tribus de los Umuntu y los Etrank iniciaron su siguiente batalla en el desierto, el cielo se oscureció y gruesas gotas de lluvia acida cayeron sobre ellos. El aire se enrareció y uno a uno fue quedando sin vida. Los campos y lagos se ennegrecieron.
Solo la familia de Gantum se mantuvo a salvo después que se cumplieran las profecías de Nigeltar; por momentos se sentían exhaustos, débiles para caminar pero Gantum animaba a todos. Por Itskai, todo resulto cierto pues hallaron al gran rio y siguieron las estrellas tal como los espíritus le revelaron. Al terminar el sendero encontraron el valle y desde entonces la tribu de los Gantum vive en ese lugar donde no falta el alimento y la vida es confortable. |