Esa noche llovía a cantaros. Era más de la media noche. El taxi paró frente de su casa. Juan pagó el valor de la carrera. Acordaron que lo recogería a las siete de la mañana para llevarlo al aeropuerto. Sacó la llave de uno de los bolsillos del pantalón pero al primer intento no pudo abrir la puerta. Volvió a intentarlo muchas veces, pero no pudo abrirla, raro porque sonó el pestillo. Empezó a desesperarse, el frío era intenso y la lluvia no cesaba. Se acostó en el anden, se arrimó a la pared fría, al principio sintió más frío aun. Pasó un perro callejero y se detuvo frente a él. Juan quiso espantarlo, pero al rato se arrepintió. El perro se acercó más y se acostó junto a Juan y los dos sintieron algo de calor. La noche siguió su recorrido. Juan se quedó dormido a pesar de la lluvia. Soñó que besaba a una vieja desdentada y saboreó los besos. Era como si la vieja tuviera miel en su boca, entre más la besaba, más ganas le daba de besarla. La vieja tenía un no sé qué, algo mágico que lo atraía. En el sueño ella abrió la puerta que no pudo abrir Juan, lo ayudó a entrar a la casa pues estaba entumido. Lo llevó hasta la cama, se quedó con él toda la noche, al amanecer hicieron el amor, fue tanta la pasión que se humedecieron de placer. Después que la vieja se fue, Juan se despertó y el perro seguía a su lado, Había amanecido junto a él, el perro tenía hambre. Juan buscó de nuevo las llaves, se arrimó a la puerta y la puerta como si fuera un ´sésamo se abrió sola. Miró con rigor la llave, tenía los dientes desgastados de tanto abrir y cerrar. Pero aún así como estaba le abrió las puertas del amor y el sueño.
AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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