El extraño caso del hombre cangrejo.
Practicó incansablemente durante ocho años las doctrinas brahmánicas, yoga shidarta, concentración mental, autovaloración y auto hipnosis, sanación pránica y cuantas técnicas le permitiesen llegar a su objetivo.
El objetivo de su vida: figurar en el libro.
Gastó más de lo que ganaba en la oficina haciendo cursos de gimnasia con especial énfasis en el elongamiento de los ligamentos y dominio total de la musculatura, así como de las articulaciones en todo su cuerpo y tuvo un control absoluto de sus niveles de dolor.
Logró, a base de muchísimos sacrificios y gran concentración, curvarse cada vez más hacia delante.
Más y más y más hacia delante, hasta que su espalda casi formaba un círculo perfecto. Sus piernas extendidas con las rodillas flexionadas, le permitían mejor manejo del equilibrio, y los brazos elevados como si quisiera iniciar el vuelo terminaban de asegurar un control total de su posición.
Todos los años de estudio y ejercicio estaban coronados con el éxito: logró llegar con la cara a su propio pene y estar en condiciones físicas de efectuarse una fellatio.
¡Por fin estaría mencionado en el libro de sus sueños. !
Buscó el número telefónico que había guardado celosamente tanto tiempo y emocionado llamó para contar su hazaña.
Del otro lado lacónicamente le dijeron que mandara una foto o un video de su récord y que lo evaluarían.
Decidió mandar un video, por entenderlo más profesional y más impactante. Preparó la iluminación con las lámparas de su casa, pidió prestada la videocámara a un amigo, colocó una sábana azul de fondo, arrimó todos los muebles del comedor a la pared y puso en el piso la alfombra del recibidor.
Pronto el escenario, calculó el ángulo de la toma, revisó la videocasete y apretó “RECORD”.
Por motivos de marqueting hizo una serie de aspavientos, buscando crear el clima, luego adoptó su postura, y la autofellatio quedó registrada para la posteridad.
A los pocos minutos estaba en el correo mandando el material al Guinnes de los records.
Ya nuevamente en su casa pensó en enviar una foto a sus familiares, ya que de aquí en más seria famoso.
Preparó ahora su cámara, le puso el disparador de tiempo y rápidamente adoptó la posición, pues el sistema permitía unos pocos segundos antes de la toma automática.
Esa fue la macana, alli esta el detalle... ¡adoptó la posición muy rápido!.
Algo hizo ruido en su espalda.
No pudo recuperar su posición normal.
Desesperado se fue arrastrando hacia el teléfono en el cuarto de al lado. Su piernas y brazos estirados no le permitían pasar por la puerta con facilidad, así que tuvo que aprender a caminar de costado. A los tirones lo hizo caer al piso, luego con los dientes lo descolgó y con la nariz marcó el número de la ambulancia.
Contó lo sucedido y salió al patio a esperar su salvación.
Cuando pasaba de lado por la puerta del apartamento hacia el pasillo, la vecina de enfrente lo vio salir y esa especie de cangrejo superdesarrollazo y desnudo que tenía colgando “eso” en el medio, fue mucha impresión para ella.
Cayó desmayada al toque.
Ante lo sucedido, con gran sacrificio volvió a entrar a su casa para traerle – si podía - un vaso de agua y explicarle lo sucedido. Fue en ese preciso momento que llegaron apurados los camilleros, vieron a la mujer tirada en el piso, ¡aun respiraba!, así que la pusieron en la camilla y se fueron.
Alcanzó a ver cerrarse la puerta del ascensor, pero no pudo gritar porque la postura no se lo permitía, le faltaba el aire. Pacientemente volvió a ir hacia el teléfono. (Ya comenzaba a dominar los movimientos laterales.)
Al mes de estos acontecimientos llegó una carta del libro Guinnes de los records donde le decían que el video no era ninguna novedad, ya que un “santón” hindú había hecho lo que él mostraba unos cuarenta años atrás delante de tres mil fieles, y además había batido el record de autofelatios en una hora. (Cosas especialísimas de esas extrañas religiones del tercer mundo semisalvaje.) Ahora aprovechaban esta comunicación para hacerle saber que ese record no había sido superado hasta el presente, por lo que lo invitaban a competir sanamente.
Intentó limpiarse el culo con el papel pero le resultaba difícil restregárselo sin perder el equilibrio, así que desistió.
El deseo de estar en el libro se había convertido en odio visceral. Culpaba a los tipos del Guinnes de su situación.
Los dictámenes médicos fueron terminantes:
“ (...) por lo que se constata una impresionante y no habitual multifractura de discos intervertebrales que han generado sinequias múltiples en toda la columna vertebral que... (...)
En buen romance, decía que se iba a quedar así para siempre.
Cuentan que llegó a convertirse en la estrella del circo “Amos de América”, comparsa con extraños participantes que se presentaba en todos los pueblos, villas y caseríos de la frontera del país, haciendo las delicias de niños y adultos.
El “Hombre cangrejo”, era la estrella indiscutida.
La parte mas destacada de su acto y que más gustaba siempre era cuando, luego de entrar al escenario caminando de lado, con brazos y piernas extendidas y el cuerpo convertido en un círculo tal que dejaba la cara mirando sus genitales, - cosa que ya de por si generaba múltiples exclamaciones de asombro, - se acercaba una pelela, (léase bacinica, recipiente, mingitorio, etc.) con la boca tomaba su miembro y procedía a miccionar ante los desmayos de algunas mujeres y los aplausos enfervorizados del público.
Cumplida esta acción fisiológica con perfecto autocontrol, llegaba el broche de oro: con movimientos fuertes y basculantes de su cabeza sacudía su apéndice viril hacia los lados teniéndolo delicadamente con los dientes, mientras balanceaba al tope las piernas y los brazos e increíblemente, - preste usted atención – increíblemente al mismo tiempo, ¡movía las orejas. !
Esto ya era el clímax, el punto más alto del espectáculo.
Mire amigo lector, eso era la locura, realmente.
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Saluti tanti
Senèn
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