El otro día paré a tomar una cerveza en un bar cerca de casa. Llevaba conmigo a Merlín, mi perro. Los fines de semana es mi sombra, vaya donde vaya se apunta. A mí no me gusta dejarlo atrás lloriqueando, e igual malcrio a mis hijos hago con él_ es lo que dice mi mujer.
El caso es que lo tenía subido en un escalón que tiene la barra exterior que da a la calle. Una ventana de 2 m acristalada elevadiza. A Merlín le encanta estar en brazos, más cuando hace frío, y cuando no, parece un gato subido en muros, tapias, respaldo del sofá...debe ser por lo enano que es. Desde lo alto controla más.
En los bares siempre te encuentras gente muy variopinta, desconocidos que invitas o te invitan sólo por estar allí, y no beber solos, aunque ni conozcas como se llaman. Yo tengo varios así, npi tengo como se llaman, ni a que se dedican. Tampoco importa mucho :)
El caso es que mientras me pedía un botellín de cerveza, por la ventana/barra exterior, puse a Merlín en el pollete y le acariciaba las orejotas para tranquilizarlo, un señor gordo mayor que tomaba una copa de anís, me dijo:
Uff...te veo así, y se me saltan las lágrimas.
-¿Y eso? _ le dije
Pues mira chaval, yo soy albañil. Y un día en una obra apareció una perrita blanca muy bonita, se había perdido y metido bajo un coche. En la hora de almorzar la saqué como pude, le compré un transportín, una cestita para dormir, una manta, un comedero, pienso...me gasté un dineral y me la llevé a casa. Cuando llegué y la vio mi mujer, se puso muy contenta, tenía muchas ganas de tener un perro, me lo había dicho. La tuvimos tres meses, crecía y crecía...le dio por coger las zapatillas de ella, morderlas y sacarlas al patio. Eso lo hizo en varias ocasiones. Cosas de los animalitos cuando estan echando los dientes. El caso es que se enfadó tanto, que un sábado llegué de trabajar y me hizo llevarla a la perrera.
-Joder! Pues anda que si hubieras tenido a éste, Merlín en un mes se comió 1/2 sofá, 2 cargadores de teléfono, el cable de un ordenador. Ufff...un desastre!
Pues yo con todo el dolor de mi corazón, la monté en mi moto delante, la tenía acostumbrada a montarse encima del deposito de gasolina, y sentada iba conmigo a todos lados. ¡Vamos!, era arrancar la moto, y se subía de un salto el animalito. Le cogí un cariño que no veas.
Llegué a la perrera y estaba cerrada, era sábado por la tarde. Llamé a mi mujer para decírselo, y de paso saber si se le había pasado el enfado. ¡Qué va! se puso peor. Me dijo la perra o yo. Así que la metí por un hueco y la dejé allí. Me dio una pena...aún recuerdo sus ojitos mirándome.
Un año después me caí del andamio, me partí las dos piernas, la cadera y la mandíbula al golpearme con mis propias rodillas. Estuve dos años en cama y mi mujer me dejó. Hoy ni tengo perro, ni mujer...
Joé! a veces la vida te va dando pistas, y uno no sabe darse cuenta a tiempo o no quiere.
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