Partidos Políticos-- Nazareo Mellado

Develación de una muerte anunciada.

El parlamento como institución de toma de decisiones siempre será una traba en el logro de la justicia y la equidad social. Es imposible para un parlamentario, conciliar los verdaderos intereses de sus representados con los intereses del partido político que lo instaló en esa posición de poder.

La ley de financiamiento de los partidos políticos ha sido una iniciativa perversa que ha transformado a los conglomerados en instituciones que facilitan la prosecución del poder, el bienestar económico y la enquistación de castas en las posiciones de privilegio. Se han transformado en los semilleros de individuos sedientos de ambición, que persiguen el desarrollo de una trayectoria exitosa y el logro asegurado de un bienestar futuro al corto plazo, conseguido sin mediar mayor esfuerzo ni mérito alguno. Esto contrasta vergonzosamente con el sacrificado actuar de los servidores públicos por vocación, que lucen un sello innegable de entrega verdadera de su propia vida por el bienestar de los demás.

Cambiar la forma de seleccionar los posibles candidatos que representarán a la ciudadanía parece ser la solución definitiva a esta perversa dualidad de intereses. Los partidos políticos, actuales estructuras de poder, deben abandonar el rol de instituciones de preservación de la oligarquía, asegurándoles a las castas de siempre un porvenir económicamente exitoso a cambio de un malentendido sentido de lealtad a toda prueba hacia los particulares intereses partidistas. Intereses de una minoría, que son financiados a través del estado, con los dineros recaudados de todos nosotros sus representados. Los partidos políticos se han transformando en el nuevo rostro velado de la mafia de turno que opera en una legalidad construida a medida, sobre la delgada línea de la inmoralidad.

Una solución entre muchas, es la de postular a los posibles candidatos mediante un proceso abierto, centralizado y transparente. Deberían ser evaluados por vocación, experiencia y las habilidades adecuadas que le permitirían ganar su inclusión en las cartillas de votación. Y ser electos en comicios populares, que es la única forma de legitimar cualquier cargo de servicio público.

Sanar a los partidos políticos para regresarlos al sentido original que justifica su existencia parece ser la eterna y no concluida tarea de todos los tiempos. Lo cierto es que estas estructuras sociales de representatividad están condenadas a una sana extinción. El aporte efectivo con soluciones a los distintos asuntos relacionados con la gobernabilidad de un estado conservando una visión de país que se ajusta de manera fiel a los planteamientos bases representan el alma de un partido político. La defensa de estos planteamientos presupone bajo su visión, el logro del bienestar efectivo de todos sus representados. Es el momento de ceder la paternidad de esta identidad que fue abandonada, por no haber sido nunca representativa de los pasados, actuales y viciados intereses de los partidos políticos, al proceso espontáneo de adopción que ya ha comenzado por los distintos movimientos sociales para el bienestar de todos los ciudadanos del país, de Latinoamérica y del mundo.


Los movimientos sociales son la versión evolucionada de los partidos políticos, los naturales herederos de su identidad y alma.
No adolecen de las visiones utópicas y la dialéctica ideológica abstracta del pensamiento. Están construidas sobre necesidades tangibles de cambio que avalan su actuar justificado y su valiosa existencia. Son las transparentes ventanas que nos permitirán mirar al futuro con la seguridad que solucionarán problemas reales de todos los ciudadanos y alejaran el temor que puedan ser alcanzados por la corrupción de una existencia eternizada, pues cuentan con un plazo establecido de vida que se cumple en el momento exacto en que sus demandas son acogidas por el gobierno de turno.